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LA TRAGEDIA DIVINA
[02-May-2008]

LA TRAGEDIA DIVINA.

(FRAGMENTO LITERARIO.)

I.

(EN LA CIUDAD DE UTICA)

UN SENADOR ROMANO.

Ya es de noche, Caton; la última noche de la República Romana. Es quizás una venganza de la mudable Diosa. Roma sucumbe en tierra africana, bajo las sombras de las ruinas de Cartago. Los senadores levantan el ancla; los fugitivos de la batalla se ahuyentan hacia el interior sin esperanza. Huyamos, Catón. Ya oigo los pasos de las legiones de César victoriosas.

CATÓN.

Yo también escucho los pasos de los libres, allá en los Campos­Elíseos, mansines de libertad, conquistadas y guardadas por la espada del estoico, adonde no llegan los esclavos vencedores de la tierra. Allá no llegará César, el más grande esclavo de sí mismo. Adiós.

El mundo mancillado por la esclavitud, no es digno de sustentar mi planta. El aliento del opresor envenena el aire que respiro. Catón morirá con la república. El mundo sin la Cicerón no ha producido otro efecto que el de realzar mis triunfos: Catón solo, el inflexible Catón, balanceará mi gloria en la posteridad . . .

Tal vencido arroja una sombra funesta sobre los laureles del vencedor: éste es el sentimiento que turba mi felicidad. No me hablen más de este republicano cuyas feroces virtudes han dañado más a la libertad que la ambición de Pompeyo y la mía. Entrar a Roma y llevando a mi lado a Catón vencido, me habría sido más lisonjero que todos mis triunfos: nunca le perdonaré que se sustrajese a mi clemencia.» 2 Hace años que paso sobre campos sembrados de cadáveres, y sólo este cadáver me impone.

He pisado pueblos, he hollado naciones, y este cadáver me impone más que los pueblos y las leyes. Había en ti, Catón, algo que desafiaba a los inmortales en su Olimpo; algo de más santo que las leyes, y de más respetable que las naciones; era tu indómita conciencia de lo justo. Siento ante ti la mano invisible que señala los límites al humano poder. La espada de Farsalia no hace mella en la espada de Catón. César, vencedor de vencedores, yo que he estampado mi nombre en la frente de la humanidad vencida; émulo de Alejandro, que cual otro Jano me presento en la historia coronando el pasado con mi gloria, y audaz cual un Dios penetró en el porvenir, provocando días desconocidos por su grandeza; --yo que convoco a los galos y bretones, a los íberos y germanos, a los egipcios y orientales, a los plebeyos de Italia para los comicios de la humanidad, que palpita esperando un revelador de su unidad; yo el triunfador, el imperator proclamado en la victoria, a Catón, no vencí.

Espíritu del mundo inclina mi frente ante tu fuerza.

No seré yo el que haga la entrada triunfal en la ciudad de Rómulo vencida: Será la inmensa plebe bárbara del género humano. Abrí la brecha en las murallas de la ciudad. La inundacion de las razas me envuelve entre sus ondas. Los laureles de Farsalia coronarán las orgías de la demagogia universal.

En Roma.

UN PLEBEYO.

Hoy es el día de la entrada triunfal del César. Dejemos el trabajo. En adelante, ni trabajo, ni hambre, ni deudas. Los despojos de los pueblos, los trofeos patricios, serán nuestra riqueza Evohé, el triunfador! --El pueblo acude, llena las calles, y se encamina a la via­sacra para aplaudir a César. Lo coronaremos para descansar y para tener juegos de noche y de día. Él vigilará los mares para que lleguen los convoyes de trigo del Egipto y las fieras de África. Ya no nos inclinaremos más ante las haces consulares: Ni la fisonomía de Catón será para nosotros esa reprimenda perpetua--. ¡Viva el triunfador! CÉSAR (EN EL CAPITOLIO) Aquí, colocado sobre el pedestal del mundo antiguo, padre de todas las razas, extiendo las fronteras de la Italia al mundo conocido, que de hoy en adelante se llamará Mundo Romano. Hoy, la ciudad abrazará a todo hombre, y terminaré mi vida, invocando el espíritu que debe legislar a todo los elementos humanos levantados por mi mano. Faltaba una cabeza al mundo: --yo soy esa cabeza. ¿Si seré un Dios?

BRUTO.

Dios de barro, yo te inmolo a los manes del gran Pompeyo y en holocausto a la República -- Catón, estás vengado. --¡Pero! -- es verdad lo que veo? Los romanos lloran la muerte del tirano, porque en su testamento los hace herederos de sus rapiñas. Voy a buscar a los verdaderos herederos de la República. Marco­Antonio extiende a los ojos del pueblo el manto apuñando de César, para cubrir con él la dignidad del pueblo y del Senado Romano. Yo elevaré en los campos de la Grecia el estandarte de la libertad. Allá os espero.

II. EN LOS CAMPOS . DE FELIPO . UN SOLDADO.

A caballo, general. Casio ha muerto. La batalla está perdida. Antonio recorre el campo de la muerte y sobre nosotros se dirige.

BRUTO.

Toma mi espada y que tu mano no tiemble.

Fue Bruto, y con él la libertad de Roma.

EL SOLDADO.

Huyamos para buscarla en otra parte del mundo.

BRUTO.

Roma era la cabeza del mundo, y hoy es el día de los funerales de la República. El Capitolio se hunde --y la ciudad murió. --La planta de los bárbaros hollará las colinas inmortales. --El plebeyo desencadenado arrasará los monumentos de la virtud y de la gloria. El foro de los libres será el mercado de las esclavitudes de la tierra.

El Capitolio será el templo de los vicios. El emperador será la personificación de la tierra. El tribuno, el cónsul, el Senado, el pontífice, serán el emperador. El pueblo decapitado aplaudirá el entronizamiento de sus instintos animales.

Ya no hay patria, sino tierra; --no hay ley, sino pasiones; --no hay libertad sino animalidad.

--Perdona haber criticado tu fin, Catón. «CAU

SA VICTRIX DIIS PLACUIT SED VICTA CATONI.»

UN SOLDADO.

Y yo también quiero morir.

BRUTO.

«Virtud, no eres sino una palabra.» (Muere.)

III.

CRISTO (EN EL CALVARIO) Detén, hijo mío, esa blasfemia. Veme en mi cruz desafiando a la victoria universal de los malvados. --Yo soy el que funda una Roma en todo hombre. Cayó el Capitolio de la historia pero levanto el trono de la humanidad en todo pueblo. --Mi imperio será más glorioso que el de Alejandro, más universal que el de César. Mi República abrazará los cielos y la tierra. Yo inicio con mi sangre a todo hombre, para el sacerdocio universal y para la ciudadanía universal. Mi corona de espinas será por mucho tiempo la corona de la democracia. Las victorias de la fuerza serán un día los trofeos de las victorias de la Razón. Sócrates vencido, reaparece triunfante en mi palabra de amor que se extiende por la creacion, como el manto de las aguas que sobrellevan al espíritu divino. El martirio precede al triunfo. Ser vencido como Sócrates es atestiguar la existencia de mayorías imbéciles, o corrompidas. Ellas reciben su castigo por sí mismas, elevando un monstruo que es alguno de sus vicios personificados. Es el castigo de la Providencia. Ellas se suicidan en las tinieblas. Pero no nos es permitido retroceder ante esa marea que pretende ahogar a la verdad. La virtud es eterna, ¿por qué darle esa apariencia fugitiva, suicidante? La victoria es inmutable en la conciencia. ¡Vivamos con esa conciencia! Lo demás ¿qué es? Una roca puede desprenderse de la montaña y anonadar la cabeza de Sócrates.

LOS MANES DE BRUTO.

Fui débil, --y cuando fue débil el último de los romanos es prueba de que el espíritu de Roma no bastaba para ser el alma del mundo.Toma el lugar que abdiqué suicidándome. El Cristiano fue más que el estoico: --el hijo del hombre fue más que el romano; --el sacrificado fue más que el suicidado. Gloria al espíritu que dio una patria a la virtud en el seno del Eterno.

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Francisco Bilbao, Desarrollado por Giroscopio y Newtenberg, Santiago, Chile. Abril, 2008

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