Acabode leer el decreto de NapoleónTercero, por el cual nombra de su propia autoridad al gran Maestro de la orden Masónica de Francia.
No se puede comprender, ni atendiendo a las leyes, instituciones y espíritu de nuestra Orden, semejante abdicación de parte de la Orden, ni semejante autoridad de parte del emperador perjuro; por lo cual me dirijo a vos, querido Gran Maestro del Gran Oriente de la República Argentina, para que elevéis vuestra poderosa palabra protestando.
Tal decreto aceptado, desnaturaliza nuestra orden y, lo que es más, la prostituye.
La autoridad del consentimiento libre ya no existe en la orden que ha conservado al mundo las prácticas y formas de la libertad que los pueblos después hanaceptado;yporelcontrario,aceptando hoy este hecho, la inmoralidad y la centralización del despotismo, es decir, la organización del mal, se oponen a la institución que pretende ser la organización del bien.
Nosotros, que no podemos reconocer ningún hecho ni poder apoyado en la mentira, no podemos reconocer una autoridad masónica emanada del origen espurio de un poder traidor a la República. 2 Nosotros, queaceptamos la igualdad del hombre y la autonomía de nuestra orden, no podemos reconocerunaautoridadqueanulaelprincipioelectivo y la soberanía interna de nuestra asociación.
Conservemos la tradición. El decreto imperial si se acepta, es el desprestigio y muerte de la masonería.
Si no podemos dominar al mundo, inspirándole nuestro espíritu, e instituyendo nuestras prácticas, no dejemos, por Dios, que el mundo nos domine, injertando su veneno en el árbol de la ciencia que en el paraíso de Oriente cultivamos.
En nuestros días se revela cada vez más el principio de la solidaridad de la especie humana.
Las guerras continentales de la Europa repercuten en el mundo. La cuestión de la nacionalidad de Italia envuelve una era nueva; y la desaparición del papado, su expulsión de Roma, o la limitación espiritual y temporal de su poder, sin lo cual nohay nación italiana, sacudirá también a todo el mundo católico y especialmente a la América Latina.
Y cuando se descubre cada día más, esa trama misteriosa de la historia, revelando la soberanía temporal de las nacionalidades y la soberanía espiritual del pensamiento humano, ¿dejaremos nosotros, libres masones de la República Argentina, que el poder que destruyó la República en Francia, venga a inmiscuirse en el corazón de la masonería para decapitar su base democrática, y entronizar en el santuario de la luz de libertad la voluntad de un déspota? ¿Callaremosante la consumacióndelatentado? No lo debemos.Si el Oriente deFrancia consintiere en su propia abdicación, él responderá en su día, y cuenta estrecha se le pedirá, pero nosotros no podemos, ni debemos silenciar el escándalo, sino elevar la protesta del pueblo masón para revindicar su honor mancillado, su tradición quebrantada y el espíritu de sus instituciones vilipendiado por el poder intruso de ese emperador de los Franceses.
Así, Venerable y Querido Gran Maestre, os ruego, no desatendáis mi petición, y que pronto el mundo masónico conozca, que el Oriente de la República Argentina es digno de cumplir los altos fines para los que ha sido instituido.
Francisco Bilbao.

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