Si deseas recibir información vía e-mail, completa este formulario.
Nombre:
E-mail:

Descargue el capítulo
PREFACIO DE LOS EVANGELIOS
[02-May-2008]


PREFACIO DE LOS EVANGELIOS.

El LIBRO EN LA AMÉRICA.

``¿Qué se hacen esos vastos pensamientos que habían sostenido a Cristóbal Colón, la idea de encontrar en América el desenlace de la política sagrada, de hacer servir ese continente a consumar la alianza y la unidad del mundo moral, de bautizar esa nueva tierra en un nuevo amor?

E. QUINET''

Colón arrancaba del océano un continente y la España desterraba al Alcorán. Al mismo tiempo que se presenciaba al genio del amor invocando la bendición de Dios sobre la maravilla descubierta, el espíritu de esa religión que la España arrojaba de su seno, atravesaba el océano en las naves que llevaban el pendón de los cristianos y la bañaba en sangre.

Oigo las voces de generaciones extinguidas. Pueblos de México y Perú, ¿dónde estáis? Visteis un día aparecer en vuestras costas al hombre color de cadáver y al aliento de la tumba bajasteis a la tumba. Un Dios de vida os anunciaron y estupefactos os revolvéis en los sepulcros. Sólo el araucano responde por vosotros, porque al espíritu sangriento que ejercían, opuso el demonio de la muerte.

El Evangelio no ha visitado al continente en la aurora de su vida.

La Europa le desgarraba en espíritu y en cuerpo . Un nuevo suelo se preparaba al ensayo de una nueva creación. Ese suelo estaba destinado a recibir la huella virginal de la nueva carrera de la humanidad, a desenvolver la ley olvidada: ese suelo debía recibir un nuevo espíritu. ¿Y cuál fue ese nuevo espíritu? 300 años de esclavitud, de plagio y de codicia. El Evangelio no apareció en la América durante el tiempo de su conquista.

El hombre que vengó a los galos de la conquista de los francos señala a los americanos el momento de libertarse de los godos: siete repúblicas se ostentan a nombre de los derechos del hombre. El Evangelio apareció en la resurrección de la América como una visión del Cristo transfigurado en la montaña.

Desde entonces ha principiado la época de su responsabilidad y podemos preguntarle por la realización de los principios que la hicieron levantarse como un héroe, fundar la gran esperanza y hacerse aplaudir del filósofo y del poeta.

En la esfera religiosa, política y civil, el cuadro que se presenta es lamentable, sea que consideremos a la América en su todo o que analicemos las nacionalidades. Es fácil descubrir el mismo fondo viciado en el mismo día por la misma causa y por la misma mano. Preguntad al individuo por la libertad en la acción interna de su pensamiento, y en la acción externa respecto al mundo y a sus semejantes; preguntad a la jerarquía espiritual por la primera y a la autoridad terrestre por la otra, que dividiendo lo indivisible en dos campos cada una se apodera de su parte para mejor dominarla; preguntad por los dogmas de terror impuesto por el principio del terror, por los dogmas exclusivos que limitan la esfera de la fraternidad y de destino a la igualdad de creencias; al espíritu de odio y de orgullo que, como privilegiados en la ciudad de Dios, son privilegiados en el mundo; preguntad, en fin, al espíritu de ocio y de inmovilidad impregnado a causa del pasado siempre idealizado y entonces tendréis una luz que os aclare los misterios que presenta el nuevo mundo.

En México coexisten y se chocan las tradiciones y razas indígenas al lado de las tradiciones y descendencias de la España. La religión: la política tiene bases opuestas; la nacionalidad busca su espíritu en las formas políticas y vacila en las guerras civiles. La oposición con los Estados Unidos envuelve en su odio el espíritu republicano de sus vecinos y que no puede comprender, pues, parte de principios y antecedentes tan opuestos. En la confusión que resulta, vemos la duda por falta de creencias, los caudillos por falta de principios y el egoísmo como consecuencia. ¿Dónde está la unidad de la nacionalidad mexicana? En Centro América se ven poco más o menos los mismos caracteres. Este país, quizás destinado a ser la Constantinopla del Nuevo Continente, ve al industrialismo del mundo que se avanza para pasar por sus puertas y frente a las repúblicas hermanas que combaten y a la Europa que seduce y se aproxima. ¿Dónde hallará la fuerza y el principio que conserve su carácter en la armonía de las repúblicas? La gran Colombia de Bolívar se ha dividido en tres repúblicas. Venezuela marcha, combatiendo el viejo cáncer legado en sus entrañas, pero todavía no columbra la unidad futura de la República en el Estado y en la religión. El pueblo se despierta, su individualidad principia, pero todavía no veo el libro que presente a su lectura. Avanza, pero analíticamente, sin el ideal sintético del porvenir.

Paraguay ha sido el silogismo realizado del espíritu de muerte. Aquí hizo su ensayo completo aquel sistema, los resultados hablan. Ahora la vida se despierta, rompe las consecuencias del sistema, pero debemos preguntar si ha roto las premisas. ¿Dónde están las nuevas premisas necesarias a su nueva vida? Si las apariencias no engañan, la Nueva Granada pretende reproducir el silogismo del Paraguay. Si ese modelo no le espanta arroje una mirada al mediodía de la Europa. ¿Dónde está el libro que le repita sin cesar: ``Dios no es Dios de los muertos sino de los vivos''? El Ecuador, Perú y Bolivia viven en la contradicción. Gime el indio, gime el negro, gimen los vencidos en la lucha; allí la vida se manifiesta en anarquía y se apaga en un despotismo transitorio. Se derriban déspotas y la esperanza se identifica en ciertos hombres.

Odios de raza, guerra de intereses en tan gran extensión de territorio, oposición de las formas republicanas con la educación española de los pueblos, carencia de una idea grandiosa que se eleve sobre tantas diferencias: he aquí el caos que espera la palabra evangélica para producir un mundo.

El Brasil, ¡extensión inmensa que pueblan los clamores del esclavo! Presenciamos en América levantarse y enriquecerse un imperio sobre lágrimas. En el Brasil la cuestión del azúcar y del café es más importante que la de la dignidad del negro. Además, de las oposiciones de educación, de razas, de costumbres, de provincias, el Brasil tiene la particularidad de ser una anomalía en la América republicana. Las repúblicas del sur se educan en la sangre y el dolor, recibiendo el baño del Estigio para la gran cruzada de la libertad; a pesar del aspecto triste que presentan, viven en la verdad de la forma y la forma es un ideal que las educa; en el Brasil la forma política y social lo sumerge en el pasado y prepara una doble destrucción, pues es el país por donde la mentira de la Europa constitucional nos aproxima. Podemos, pues, preguntar al Brasil, ¿cuál es su acción en la realización del cristianismo? El Plata majestuoso envía al Atlántico las cabezas cortadas en la guerra fraticida. La República Argentina y la República Oriental del Uruguay, receptáculo de las aguas de Bolivia y el Brasil, donde pampas inmensas ostentan la unidad de territorio, escuchan tan sólo en el desierto el ruido de la tribu vagabunda y al espíritu del Alcorán que mancilla ese océano de verdura con las iras del ángel de la muerte.

Buenos Aires, alma de esas llanuras sumergidas en el interior, tiene el peligro de absorber su vida o de luchar con ellas. Ambos partidos, el uno, voz de la pampa; el otro, eco de la Europa, pretenden entronizarse sobre el cadáver del vencido. El uno, fuerte de su individualidad americana, no comprende al otro, fuerte del sentimiento de la sociabilidad, como éste tampoco comprende la originalidad sagrada del plebeyo y del indígena. En la lucha, la nube del combate impide leer en la bandera enemiga un principio que falta a uno de los combatientes; el partido de la pampa como aliento del desierto, se estrella en los monumentos del progreso; el otro como impulso de la Europa, pretende hacer desaparecer el elemento original y glorioso de la República. ¿Dónde está la voz del que calma las tempestades del océano? Discípulos que vais en la barca de Jesús, despertad al Maestro si no tenéis la fe en medio del peligro.

Montevideo, además del odio que existe en sus partidos, tiene el peligro que resulta de una numerosa inmigración y de un gran desenvolvimiento industrial, cuando no se posee una forma que se imponga a los elementos heterogéneos que incorpora. No sucede lo mismo en los Estados Unidos. Allí el católico y el protestante, el súbdito de las monarquías constitucionales o absolutas reciben el sello de la ciudadanía americana. Esa forma individual y humana, ese ideal superior, que pedimos a ese pueblo, tiene su germen necesario en el verbo cristiano que ­como el sol­ vivifica todas las individualidades existentes en la armonía de la creación.

En un rincón de la América, entre la cordillera y el océano, está Chile, como si la Providencia hubiera destinado esa naturaleza tan quebrada a ser una reserva de la América.

Allí la ciudad aspira los elementos Europeos, pero la cordillera vigila con el aislamiento de los que viven en ella. El dogma de la soberanía que extienden las poblaciones y que concentran las montañas, encuentra dos oposiciones: la primera, es el espíritu de un dogma y de una educación autoritaria; la segunda, es una imagen de la terrible feudalidad de la edad media. La vida republicana se desenvuelve pero mutilada.

Es necesario conquistar la unidad de esa vida en la libre exaltación del alma, en el seno del infinito y en el libre desarrollo de la propiedad; es necesario constituir al hombre en la síntesis sublime de la religión y la política; es necesario que si trabajamos por la fraternidad humana guiados por la mirada del que en su trinidad indivisible es poder, inteligencia, amor, conquistemos la trinidad humana: libertad, igualdad, fraternidad. Preguntaremos, pues, a nuestro Chile, ¿dónde está el libro que haga de cada uno de sus hijos, un sacerdote, un ciudadano, y un soldado de la Patria del porvenir? Desde el Cabo de Hornos hasta las nieves del septentrión vagan esparcidas criaturas recién salidas de la mano de Dios. Su vida es la de la vegetación o la de la barbarie y desaparecen lentamente a la aproximación de los que se llaman civilizados. Sus miradas no brillan ``con la luz que alumbra a todo hombre que viene a este mundo''. ¿Qué hacen por ellas los gobiernos, los individuos y las sectas religiosas?: he allí un campo virginal para la cosecha del Señor, mas ningún segador todavía se presenta. Al soplar sobre el mundo, el espíritu del Evangelio se estrelló en el paganismo y el paganismo sucumbió, se encontró con los bárbaros del norte y las naciones modernas principiaron. ¡Que tarda ese espíritu en soplar sobre América! Pasó el tiempo de la abnegación y del martirio, el fuego de la vida parece que remontó a su fuente. Allí en su fuente primitiva debemos, pues, buscarlo y entonces sentiremos nacer en nosotros la creencia en el milagro, y de la creencia al hecho la distancia depende del esfuerzo. Aún podemos presentar esas épocas gloriosas de transformación si la transformación empieza por nosotros.

He aquí, pues, ese Nuevo Mundo que sólo ha dado dos voces en la historia. En la primera es mostrado a la humanidad, en la segunda él es el que se muestra. Primeramente se ve a ese mundo y se le entierra, después se le ve enterrando a sus conquistadores. Nace, y afirma el equilibrio de la tierra; habla, y rejuvenece la esperanza de la humanidad en sus repúblicas. En su primer paso extiende el mundo que pisamos; en el segundo el mundo que pensamos. Se le vio joven, flotando al viento del porvenir aparecer sobre la tierra como una evocación de la libertad, brillante de ilusiones, combatir como héroe y organizar repúblicas a los acentos del contrato social. Mas después de la victoria sintió entonces el combate interno del enemigo impregnado, sintió el peso del antiguo dominio que quedaba.

Ahí están esas multitudes revestidas del carácter de ciudadanos, estáticos ante la revelación que les dice que son hombres; ahí están esas multitudes que esperan el alimento de la nueva vida, el agua del nuevo bautismo, la columna de fuego que los guíe, el fin de la vida nueva que empiezan, el destino de los pueblos. Hubo guerreros y legisladores de la nueva sociedad, pero no hubo sacerdotes. Se organizó la vida pública y social con una forma nueva, a lo menos en la apariencia y se olvidó o se dio al espíritu antiguo el cuidado del alma en sus relaciones con el infinito. La revolución quedó incompleta en su base, faltó el libro de la regeneración; los pueblos cayeron otra vez desde la altura de la inspiración a la hoya de donde habían osado levantarse; la política siguió un camino, la religión tomó otro. El principio conquistado de la soberanía del pueblo quedó falseado en su base porque el individuo no fue completamente soberano. No fue declarado soberano en la formación ni en la concepción de sus creencias fundamentales, pues una autoridad y un dogma las imponían con toda la majestad de la tradición, pero fue declarado soberano, en su acción externa respecto al mundo, a sus semejantes. Hay, pues, dos soberanías, la temporal y la espiritual, una dualidad en la unidad indivisible de la conciencia, dos fuerzas que se oponen, dos autoridades que combaten: comprended ahora la base de los males de la América.

Gran sorpresa causaría a los americanos si alguien les dijera: si la vida, si la existencia interna ypuradel pensamiento es superior a la vida externa y material, vosotros sois aún colonos de la España.

En efecto, el programa de la inteligencia de todos los tiempos, el cielo constante del pensamiento, que es Dios, la eternidad, la creación; el bien y el mal; la fatalidad y la libertad; la ley del hombre y su esperanza, la aspiración de amor hacia lo bello, los dolores del alma, los misterios que nos rodean, los momentos sagrados del sentimiento y de la contemplación, todo, todo ha recibido el sello de la solución dadapor la autoridad pasada. El que tenía, pues, las llaves de esa autoridad en el principio de la creencia y de la ley, domina la acción subalterna del hombre declarado ciudadano. Se conquistó lo temporal y lo eterno, lo espiritual pasó desapercibido.

Así es que los pensadores y los hombres de la independencia en sus ímpetus de renovación se estrellan en una muralla invisible. Después de ver inútiles sus esfuerzos, en medio de la duda se preguntan: ¿qué hemos hecho?, ¿adónde vamos?, ¿qué seremos? He aquí el grito que se escucha: una invocación. A esa invocación yo respondo con el Evangelio, con el libro original a pesar de los tiempos, con el espíritu vital del verbo inmaculado para que recorra y afirme la existencia de esa humanidad que se ignora. Encuéntrese en la ciudad y en el desierto, en los ranchos del esclavo y del salvaje; remonte nuestros ríos, aparezca en las cumbres de nuestras montañas; sea el pan cotidiano de esas almas vigorosas que vegetan; anime su espíritu a nuestros legisladores y maestros; sea la lectura y enseñanza diaria del padre de familia y entonces podremos decir a la América: ya es tiempo de que des otra voz en la historia.

Ahora la libertad combate cada día en el campo de la política y de la religión; la igualdad necesita de la evocación de la dignidad humana, la fraternidad no se sumerge en las fuentes vivas de donde nace toda vida; el pensamiento de Cristo es invocado en camposopuestos, el Estado lucha con la religión, la religión con el Estado. El NuevoContinente busca instintivamente una transformación que lo unifique y se chocan en su seno las razas y las castas, los ricos y los pobres, el espíritu del Alcorán y de la Revolución Francesa, los vestigios de feudalidad y las formas republicanas, la inocencia primitiva y la vejez del mundo. La América, destinada a ser el altar de la fraternidad humana en todas las variedades de la creación moral y natural; puntode reunión de todos los elementos humanos, norte y mediodía, Oriente y Occidente, el negro, el indio y el blanco, la unidad de la asociación y la independencia del protestante, palpita de uno a otro sólo invocando la palabra que la revele a sí misma.

Momento grandioso y quizás único en la historia. Un mundo nuevo, resumen de los mundos anteriores, donde parece que han afluido todos los elementos de la vida de los pueblos para producir la fórmula definitiva de la evolución humana a que asistimos. Allí todo mal antes santificado espera su sentencia; todo bien, toda individualidad; todo dolor espera su sanción, su consuelo, toda esperanza, su confirmación; todos tendrán cabida en el templo que se prepara grandioso como el corazón del Cristo. Inclinémonos ante el misterio de nuestros días, ante la condensación que presenciamos, ante la comunión de la gran familia humana en la palabra eterna y progresiva de la ley del deber y del amor. Pero es en este momento en que está el peligro porque es en la preparación de unporvenir cuando la tentación se aproxima: pasan ahora por la América los cuarenta días en que el espíritu del mal decía al Cristo: ``haz que estas piedras se conviertan enpanes''. Si os creéis destinados a otra vida que la del lucro y del comer, si sentís la aspiración infinita, levantaos pueblos, pueblos de América, seguid a Jesús al desierto moral de nuestro tiempo que Él os alimentará con su palabra. La Europa en este momento trascendental nos envía su aliento emponzoñado , y álcese entre ella y nosotros una barrera a la marcha invasora de su escándalo.

Mientras su ejemplo sea la gloria y el interés de las castas y familias, la burla de los pueblos; mientras tenga por ideal el industrialismo, por doctrina los hechos y por esperanza un caos de egoísmos satisfechos, esa barrera exista impenetrable hasta que la voz de libertad, respondiendo a nuestros himnos, la sumerja en la tumba de todo límite entre hermanos.

Es en esta ocasión histórica que envío el Evangelio para que sea leído entre vosotros con el espíritu renovador que la inteligencia de los siglos aglomera, para hacernos ascender más y más hacia el espíritu invariable, hacia el ideal que aspiramos a encararnos. Empiezan a precisarse los elementos de nuestras nacionalidades, y el peligro que existiría de ahogar esos instintos tan sagrados con la imposición de una doctrina sistemática, desaparece ante la lectura de libro fundamental.

Los principios eternos conservan y protegen las espontaneidades de los pueblos preparando el reino de su voluntad soberana.

El alma del Cristo fortifica los gérmenes vitales y circula en la creación moral levantando a los humildes y abatiendo a los soberbios. Si vuestra debilidad os abate, si algo de fatal os domina, abrid vuestra conciencia al pensamiento de Jesús y veréis realizarse la ley de vuestra transfiguración. Todo hombre, todo pueblo es un altar donde puede reproducirse el milagro del Thabor; una cosa tan sólo es necesaria: la fuerza, la fuerza en la creencia, en el amor y en la voluntad. Tenedla y entonces preguntaréis si los cielos han bajado a nuestras almas.

En fin, este libro, criterio de la inteligencia en la esfera de la especulación filosófica y sentencia de la vida en la esfera social, la Europa lo necesita para rejuvenecerse y la América para llegar a ser hombre; la Europa para purificarse y la América para precaverse. Leed y meditad. El alma en el estudio de ese libro, ayudada con los ímpetus sublimes que su traductor, nos comunica, atraviesa los limbos, purificándose en su marcha. Cada día cae un pedazo de nuestro viejo manto y nuestra transformación aparece sobre las ruinas de nuestras miserias y de nuestros odios.

Y vosotros hemisferios ­ya la tierra es descubierta­, preparaos para recibir el nuevo bautismo.

La palabra de Cristo nos inunda arrebatando la fealdad a los abismos: en el cielo permanece el símbolo que apareció sobre el Jordán y la mano del Padre ostenta pronta para coronarnos de aureola de amor y libertad.

Empiece cada uno en sí mismo la redención y la redención general habrá principiado.

Desde las alturas de la cordillera he contemplado los valles de mi Patria que se extienden ondulantes como un océano petrificado en tempestad. Allí se ve al hombre solo y silencioso trepar sobre las nieves de los volcanes, buscar un camino entre rocas y selvas y detenerse agobiado ante la impresión de lo desconocido y de lo grandioso que contempla. Su vista se alza al cielo pidiendo instintivamente la palabra de esa creación y la palabra de esa patria. El sol desaparece y cree que todo lo que le rodea le responde, preguntando por la palabra de su ser. Él encuentra con qué responder a la grandeza del momento: pureza de un corazón primitivo en comunicación con el infinito, sentimiento de mi libertad en medio de la mudez del universo, fuerza de amor que llora en la ignorancia de su objeto: he aquí el tesoro que espera la palabra del libro eterno, he aquí el corazón que debe leerlo en sí mismo y comunicarlo con su alma a todas las criaturas que le ignoran.

Nada más envío, nada más he encontrado que pueda servir de cimiento al porvenir de todos. En medio de la destrucción que nos rodea, en medio de los monumentos de la ciencia y de los siglos, encuentro inamovible el nuevo testamento que hace 18 siglos el Hijo del hombre nos legara: el hombre amando a la totalidad, el hombre amando a su semejante como a sí mismo y a Dios sobre todas las cosas.

1846. París.

Buscar
Otros escritos
SOCIABILIDAD CHILENA
EL GOBIERNO DE LA LIBERTAD
EL PRESIDENTE OBANDO
MOVIMIENTO SOCIAL DE LOS PUEBLOS DE LA AMÉRICA MERIDIONAL
EL CONGRESO AMERICANO
LAMENNAIS
UN RECUERDO IDEAL
UN ANGEL Y UN DEMONIO
BIBLIOGRAFIA DE EDGARD QUINET
LA FRONTERA
REGISTROS PARROQUIALES
PREFACIO DE LOS EVANGELIOS
EDUCACION ESCUELA MODELO
25 DE MAYO DE 1810
4 DE JULIO DE 1776
ECLIPSE DE SOL
LA LEY DE LA HISTORIA
EL GRANDE ANIVERSARIO
LA FEDERACION
INTEGRIDAD NACIONAL EN CENTRO AMERICA
LA SOLIDARIDAD
EL CONGRESO AMERICANO (ARTICULO)
LOS ARAUCANOS
EL CONFLICTO RELIGIOSO
ECCE HOMO
LA AMERICA EN PELIGRO
LA CONTRA PASTORAL
DISCURSOS MASONICOS
PROTESTAS CONTRA EL ORIENTE DE FRANCIA
A LA JUVENTUD BRASILERA
EMANCIPACIÓN DEL ESPÍRITU EN AMÉRICA
DE LA COMUNICACIÓN DEL ALMA CON EL CUERPO
BOLETINES DEL ESPÍRITU
LA REVOLUCIÓN RELIGIOSA
ESTUDIOS RELIGIOSOS
ARGUMENTACION CATOLICA
EL SER Y LA REFLEXION
AL SR. JULIO ROSQUELLAS
A LOS SRES COSTA Y OTROS
LA TRAGEDIA DIVINA
EVANGELIO AMERICANO
ESTUDIOS SOBRE LA VIDA DE SANTA ROSA DE LIMA
LA REVOLUCION DE LA HONRADEZ
LA RESURRECCION DEL EVANGELIO
EL MENSAJE DEL PROSCRITO A LA NACION CHILENA
El 18 de Septiembre de 1854

Francisco Bilbao, Desarrollado por Giroscopio y Newtenberg, Santiago, Chile. Abril, 2008

A través del siguiente formulario pueden enviar sus comentarios sobre ésta página en particular. El sistema identifica automáticamente desde qué página viene el comentario.
Nombre y Apellido:
E-mail:
Comentario sobre:
Comente: