¿Qué es lo que ha salvado al Viejo Mundo del ataque de la revolución? ¿Qué es lo que ha podido aun salvar la feudalidad y monarquía en Europa? Los tratados de 1815. ¿Cómo se produjeron esos tratados? Por medio de la Santa alianza de las naciones de la Europa representadas por sus déspotas. Se aliaron para defenderse del imperio plebeyo de Napoleón I y consignaron en esos tratados hasta hoy día su victoria, la victoria del Viejo Mundo sobre la revolución y sobre las nacionalidades esclavizadas.
Nosotros en la América del Sur, no es tanto el enemigo externo a quien tenemos que combatir, es el interno: es nuestro aislamiento, la falta de habitantes, las trabas impuestas a la expansión de un mundo nuevo originadas por el plagio de la vieja economía política, es la anarquía, la ausencia de la verdadera autoridad en la inteligencia y corazón de los pueblos, y más que todo, a juicio nuestro, la falta absoluta de una religión que popularice el culto de la ley, se identifique con las instituciones libres y sea la verdadera savia de la libertad.
Pero en los pueblos americanos el proceder sintético ha sido siempre el que producido mejores resultados.
¿Qué es lo que ha salvado a la República Argentina de la anarquía? Fuertemente amagada por la demagogia que se había apoderado de Buenos Aires y que disponía de sus poderosos recursos, conspirando y llamando a la revolución a las Provincias ¿qué hubiera sido de todas ellas sin la unión que las formó en la columna cerrada al frente del enemigo? Qué hubiera sido de San Juan, de Mendoza, de San Luis, sin la existencia de la Autoridad Nacional? ¿Cuántas veces ya no hubiera vuelto a aparecer el pendón de los caudillos de pluma o lanza, en las ciudades o en la Pampa, sin la presencia de ese arco iris que de los Andes al Uruguay pacificaba e imponía? Con la unión nacional desaparecen cada día las miserias de aldeas, las rivalidades estériles locales y hasta las tentaciones de esos despotismos de villorrio que tantas veces han ensangrentado la República. Pero lo que es una verdad respecto a la República Argentina, lo es también respecto a todas las Repúblicas del Sur.
Lo que los déspotas de Europa consiguieron, para sostener sus coronas que el viento de la revolución arrebataba, ¿no lo hemos de conseguir nosotros para colocar sobre la frente de la América la corona de la democracia y de la fraternidad? ¿No podremos nosotros formar una santa alianza de Repúblicas?
Ya hemos dicho, la raza américolatina prefiere el proceder sintético, lo que viene de la totalidad a las partes, lo que desciende de lo general a lo particular, de lo compuesto a lo simple, del Gobierno al individuo, en una palabra, la raza américolatina, prefiere la deducción, es decir, quiere tener las premisas para sacar las consecuencias, al proceder de la inducción, que crea las premisas.
Si queremos apoderarnos de la iniciativa que reclama el mundo en estos tiempos, si queremos tener la gloria de crear una época y de lanzar un hecho [que] atónita la historia recogerá en sus fastos, presentemos el espectáculo de la Patria América, libre y unida con la federación de las Repúblicas.
Este hecho además de las ventajas positivas e inmediatas, además del respeto que daría al nombre americano, es indispensablemente a nuestro juicio uno de los medios más poderosos de pacificación de los estados en su interior y relaciones exteriores.
Alimentemos al pueblo con grandes ideas, ése es el modo de crear generaciones sanas de espíritu y de cuerpo; ése es el modo de arrancar a los pueblos pequeños del espectáculo que frecuentemente presentan, metiendo ruido y ensangrentándose por pasiones bastardas. ¿No hemos visto a la prensa demagógica, durante algunos años meter un ruido semejante al que producirían la ambición, la envidia, la avaricia, en un sepulcro de gusanos? ¡Cuánto tiempo perdido, cuánto escándalo, para venir después a someterse a la razón armada victoriosa! No más esa vida. Grandes empresas, grandes ideas, he ahí el modo de alimentar la inteligencia y el cuerpo de las naciones. Tenemos que derribar la esclavitud en el Brasil; tenemos que hacer una solemne interrogación al Paraguay sobre ciertas invasiones del territorio argentino; tenemos en nuestras manos el Congreso Americano que puede llegar a ser el acontecimiento del siglo, tenemos esa Pampa que pide ferrocarriles, estos ríos que piden vapor y poblaciones, y en presencia de tan grandes hechos, ¿hemos de esterilizar nuestras fuerzas en miserias? --no--. La Providencia nos habla por medio de la naturaleza, la justicia por medio de nuestra conciencia, el interés por medio de nuestra inteligencia y, sobre todo, el deber nos dice: era nueva para el Mundo Nuevo, libertad de los esclavos en el Brasil, libertad de los siervos en el Paraguay, fraternidad en la República Argentina y federación de las Repúblicas del Sur.
Paraná, miércoles 21 de diciembre de 1859 ; ;
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