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Leonardo Sanhueza
"Existe una disonancia manifiesta entre la relevancia de Francisco Bilbao, la calidad de su obra, su grado de influencia en la historia republicana chilena y regional, su nivel de conexiones con centros mundiales del pensamiento y de la academia, por una parte y, por la otra, el desconocimiento general sobre el personaje, el autor y obra. Calles y avenidas de distintas ciudades argentinas, chilenas y peruanas llevan su nombre, pero pocos conocen al personaje y, vaya ironía del destino, no pocos creen que se trata de un conquistador español".
Con ese redondo diagnóstico José Alberto Bravo presenta Francisco Bilbao, el autor y la obra , un macizo volumen que recién ha llegado a las librerías bajo el sello de Editorial Cuarto Propio y que ha reavivado la controversia en torno al famoso y desconocido intelectual chileno, el mismo al que sus seguidores todavía llaman Apóstol de la Libertad, mientras sus detractores lo tratan poco menos que de loco, sibilino y endemoniado.
El libro es una compilación de sus obras, la primera que se realiza desde la aparición, en el siglo antepasado, de las dos únicas publicaciones semejantes: las Obras completas , editadas por su hermano Manuel en 1866, un año después de su muerte, y la Historia de Francisco Bilbao , de Pedro Pablo Figueroa, publicada en 1894 y 1898.
Aparte de las obras propiamente tales, el volumen incluye una biografía escrita por el hermano, una presentación del editor extremadamente escueta, un letárgico pero curioso prólogo de Miguel Orellana, unos apuntes autobiográficos del propio Bilbao y un documento sencillamente memorable: la transcripción del juicio realizado en contra del autor de Sociabilidad chilena , opúsculo que Bilbao publicó a los 21 años y que fue acusado de adolecer de "las infamantes notas de blasfemo, inmoral y sedicioso en tercer grado", por lo que la edición fue prohibida y quemada por orden de la Corte Suprema, en un escándalo que, por cierto, sólo consiguió catapultar al joven provocador hacia su leyenda.
El episodio es una buena muestra de la importancia de Bilbao. Aunque sus ideas anticlericales y su racionalismo no eran algo nuevo, sí lo era el surgimiento de un tipo apasionado que las defendiera. Su librito no cayó muy bien en el catolicismo, al que califica de cosa para bárbaros, promotor del sometimiento esclavizante de los hijos por parte de los padres, contrario a las ideas de Jesús, opresor de la mujer, oscurantista y aprovechador de los pobres, entre otras perlas que, según un cronista de la época, hicieron que una vieja beata propusiera en el juicio que "lo asaran hasta convertirlo en chicharrón".
Quizás por ese anticatolicismo, Bilbao –que entre paréntesis era creyente al máximo– ocupa un lugar muy difuso en la historia nacional. Los historiadores conservadores –o sea, casi todos– lo consideran ilegible, delirante, místico, borrándolo del mapa o salvándolo acaso como un sujeto bien intencionado y bueno del alma, pero medio malo de la cabeza, que se oponía a la esclavitud, que exigía la educación del pueblo, que sugería el amor y la fraternidad como pilar moral de la nación y que, entre tanta locura, profetizó la caída de Rusia y el surgimiento de Estados Unidos y sus "mandíbulas sajonas".
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