La Tercera : 2008-03-08: Alfredo Jocelyn Holt.
¿Tiene sentido rescatar a Bilbao a estas alturas? Encuentro que tiene tanto que ver con nosotros como el ropero de la abuela. Es decir, algunos piensan que es un cacho, que estorba, y parten con él todo apolillado al Persa de Franklin donde otros van, lo rescatan y llevan a casa como reliquia única. Los "progresistas" de izquierda, del viejo radicalismo bombero masón al hippismo bienpensante y contracultural, siempre lo han tenido por las nubes. Lo pintan soñador, romántico y melenudo, apóstol de la libertad e igualdad, defensor de oprimidos. "Crisálida que se transformó en brillante mariposa", típica frase siútica con que solían sus admiradores describir al proscrito, llorando sus varios exilios políticos, incluso desde cuando era tan sólo un imberbe hijo de papá revoltoso.
Imagen que siempre me ha parecido más cercana que opuesta a la de sus también numerosos detractores. Efectivamente, suman tantos los que no lo quieren como quienes lo idolatran. Recuerdo una ocasión, en plena dictadura, cuando me topé en el Metro con uno de esos historiadores beatoreaccionarios que abundan, entonces como ahora. Seguro de que para él Bilbao no era más que un deformado cerebral, le conté que lo estaba leyendo y trabajando y, para provocarlo aúnmás, le pregunté qué pensaba del personaje. Me miró y respondió muy de malas pulgas: "¡Una sopa de letras!". Bueno, sí -me reí para mis adentros-, un poco como Gramsci (a quien también yo leía, estaba muy de moda), y al igual que el "comunacho" ese, un peligro al orden establecido. Suficientemente legible en todo caso (en eso se equivocaba mi espantado "colega"), como para que Andrés Bello, aterrado de que su ejemplo cundiera entre los jóvenes, lo expulsara de su recién fundada universidad.
El asunto aquél, la prohibición y quema de Sociabilidad Chilena, genera tantas incomodidades hasta hoy, que los admiradores del Rector tienden a exculparlo, solapada o expresamente. Según D. Amunátegui, sin embargo, "don Manuel Montt y don Antonio Varas dejaron hacer, pero no contribuyeron con sus votos a la persecución contra Bilbao. En cambio, don Andrés Bello no vaciló en sacrificar a su discípulo… en aras del fanatismo religioso y político de la sociedad en que se vivía".
Un personaje que suscita tales pasiones exageradas e induce a blanquear estupideces de otras grandes figuras, exige ser leído de nuevo. Por último, para saber si era realmente tan confuso y peligroso.
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