CRÍTICA A LA EDICIÓN. Desprolijidad
FRANCISCO BILBAO, el gran ausente de sus obras completas
Mañana se lanzará en la Facultad de la Universidad de Chile el libro de Cuarto Propio "Bilbao y la obra", de José Alberto Bravo de Goyeneche (editor), que reúne las obras completas del pensador.
ANA MARÍA STUVEN
Historiadora PUC
Francisco Bilbao es, sin duda, uno de los personajes más polémicos de la historia del siglo XIX chileno. Desde que publicó su "Sociabilidad chilena", en 1844, y se desató tal vez la primera gran polémica ideológica sobre el contenido del republicanismo chileno, su nombre se asoció al extremismo. La memoria historiográfica estereotipó su imagen de apuesto revolucionario, romántico, idealista y confundido. Vicuña Mackenna, amigo de Bilbao, canonizó la idea de que era "un simple escritor bíblico, a veces casi ininteligible como Lacunza". Barros Arana le reconoció tan sólo su integridad moral y Encina lo calificó de "cerebro alucinado".
Estos juicios confirman que Bilbao despertó pasiones entre sus contemporáneos. Muy merecidas: fue un irreverente que se inspiró en el pensamiento republicano francés para desafiar los principios que inspiraban la política, el orden social y especialmente la religiosidad católica de su siglo. Aunque no pudo elaborar propuestas filosóficas coherentes, sí pudo embarcarse valientemente en proyectos para llevar al pueblo al ejercicio de su soberanía. Con la pluma y la convocatoria al pueblo quiso subvertir el orden social: "Sociabilidad chilena", entre sus escritos, y la Sociedad de la Igualdad son, tal vez, los dos momentos más revolucionarios y relevantes de su vida pública en Chile. Un largo peregrinar como exiliado le permitiría socializar su pensamiento republicano y americanista en Europa y en Lima. Fue un romántico empedernido hasta su muerte, tísico, en Buenos Aires.
La historiografía chilena está en deuda con Bilbao. No figura en casi ninguno de los proyectos que buscan volver la mirada hacia los momentos fundacionales de la república con motivo de la próxima conmemoración del Bicentenario de la Independencia. No está entre los "precursores" ni "próceres", tal vez porque no se ha revisado desde las nuevas miradas de la historia social y la historia intelectual el panteón de los ? forjadores de la república. Bilbao merece estar entre quienes adelantaron conflictos sociales e intelectuales que emergerían en la discusión cultural chilena décadas después de su formulación por este joven inmaduro y desorientado respecto de la posibilidad de llevar a la práctica las reformas que consideraba urgentes. En ese sentido, fue un precursor.
Su obra no tiene valor filosófico. No obstante, Bilbao es un excelente pórtico para acercarse a los debates que se daban y se gestaban al interior de la clase dirigente chilena sobre los problemas de actualización de la república, desde epidérmica a sustancial, como le llama el mexicano José Antonio Aguilar. La primera, excluyente en lo social y político, debía transitar hacia una república de ciudadanos con derechos. El desarrollo capitalista, las exigencias de participación y las influencias extranjeras arrojaban incertidumbre sobre la hegemonía social y política de la clase dirigente. Bilbao la desafió desde su interior; se automarginó de su visión del mundo, y proclamó que "la idea más grande del mundo es la del pueblo soberano", cuya realización implicaba, en su opinión, la consagración civil y política de los principios igualitarios y libertarios de la democracia. Condenó ferozmente la influencia social de la Iglesia Católica, y propuso un nuevo principio estructurante de la república, fundado en principios morales basados en la razón, en contraposición a los valores de fe y autoridad que eran hasta ese momento la fuente del poder político y social de la clase dirigente.
Bilbao se convirtió así en un verdadero precursor de los debates democráticos que caracterizaron el siglo XX. Tal vez sin percibirlo, desafió una de las certezas que tenía la clase dirigente para arriesgarse en la aventura republicana. Ésta se apoyaba en una creación cultural que, sin desafiar el catolicismo, educara al pueblo para que en el tiempo ejerciera su soberanía. Bilbao creía en la asociación libre de individuos, al margen de toda autoridad trascendente y sujeta tan sólo a la au? toridad elegida por el libre ejercicio de la razón. Ése fue su "evangelio" proclamado no solamente en Chile, sino que también en su peregrinaje por el continente.
Las obras completas
Poner a disposición del público lector una tercera edición de las obras de Bilbao es una iniciativa loable. Las dos primeras fueron editadas durante el siglo XIX: una por su hermano Manuel, en 1866, y la otra por Pedro Pablo Figueroa en l894 y son de difícil acceso. José Alberto Bravo, su editor, intentó un trabajo "amistoso" (¿?), incorporando algunos textos inéditos, entre los que tal vez se echa de menos su epistolario con Aníbal Pinto, valiosa introducción a sus reflexiones de juventud. Sin embargo, si se proponía reparar la ignorancia sobre Bilbao, se hacía necesario validarlo también con un análisis crítico de su pensamiento y obra. Ello implicaba situar a Bilbao en el contexto histórico de su época, y revisar su participación a la luz de la nueva historiografía sobre el republicanismo decimonónico latinoamericano y sus conflictos por definirse frente a conceptos claves, como la soberanía popular, la democracia, y el rol de la Iglesia en la modernidad occidental.
El filósofo Miguel Orellana Benado introdujo la obra. Quiero creer que ante la dificultad de encontrar al filósofo, desistió del encargo de "dar la bienvenida al lector de las obras de Bilbao", y optó por presentar "un marco general para el análisis". También se propuso hacer una "consideración inédita" para entender el contexto histórico de Bilbao. En ésta establece una filiación del "medio siglo revolucionario americano" con el pensamiento del oxoniense John Locke, ignorando la discusión que se ha llevado a cabo en los últimos decenios sobre el republicanismo hispanoamericano, basada en las obras de Quentin Skinner y otros, que han aportado luces para explicar la llamada "tradición atlántica" distanciándolo justamente del liberalismo inglés. Su "marco general" sugiere preguntas y temáticas nada evidentes para el conocimiento de la obra de Bilbao. Por ejemplo, habría que evaluar si conocer "el origen y monto de los recursos que le permitieron a Bilbao vivir en Europa" sería realmente iluminador, como sugiere Orellana. Además, a pesar de proponerse incluir lo que llama dimensiones conceptuales, institucionales y políticas, deja como "tarea pendiente" analizar el "elemento religioso", sin duda esencial al pensamiento de Bilbao. No es menor que Bilbao haga desprender la realidad social y política de las "creencias", y que desde allí condene al catolicismo por impedir el progreso republicano. Su única conclusión es que hoy "sería difícil catalogar de ateo, y ni siquiera de agnóstico", al autor de Estudios sobre la Vida de Santa Rosa de Lima. Creo que esa disyuntiva ya fue zanjada hace más de un siglo por Bilbao mismo: "…irreligiosos, ¿nosotros, que procuramos hacer bajar a la Tierra el reino de los cielos trabajando por el reino de la democracia?... que invocamos a Dios en nuestras tribulaciones…".
Por valioso que sea reeditar a Bilbao, la calidad de la edición es esencial. Si los trabajos publicados en el siglo XIX adolecen de las limitaciones técnicas propias de su época, en ésta no hay justificación aparente para una cantidad interminable de descuidos y carencias referenciales: artículos de prensa sin la cita del periódico; textos sin referencias de publicación, etc. Ni siquiera "Sociabilidad chilena" mereció la referencia al periódico El Crepúsculo, donde fue publicada originalmente. (Además, el texto del juicio entablado contra Bilbao aparece antes que el artículo que lo motivó.) En su corto prólogo, José Alberto Bravo destacó como un aporte de su volumen la "edición" de la Vida de Francisco Bilbao, original de Manuel, hermano de Francisco, y que fue criticada en su época como poco objetiva. El encargo recayó en Luis G. de Mussy, quien apenas agregó unas pocas notas que no alcanzan a dar cuenta de la discusión historiográfica despertada por el trabajo original. Además, el estilo y redacción de las mismas dejan mucho que desear. ¡Una consulta a cualquier fuente bibliográfica le habría enseñado que el apellido de Pedro Nolasco Cruz es Cruz! Este ejemplo, anecdótico y tal vez menor, es reflejo de la falta de la prolijidad que correspondería a un historiador.
Valoramos la iniciativa de reeditar las obras de Bilbao. Es lamentable que los investigadores a cargo de este trabajo no respondan a las expectativas que se tiene de las publicaciones que el Consejo Nacional del Libro apoya.
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Francisco Bilbao (1823-1865)
El autor y la obra?
José Alberto Bravo de G. (editor), Editorial Cuarto Propio, Santiago, 2007.
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FRANCISCO ANTONIO ENCINA.
"Historia de Chile". Editorial Nascimento, 1955. Cuarta edición.
FRANCISCO ANTONIO ENCINA. |  |
"La influencia de este joven visionario en la agitación político-social que culminó en el motín del 20 de abril de 1851 y el lugar que ocupa en la literatura política chilena obligan a esbozar, siquiera a grandes rasgos, su personalidad" (...) "Bilbao reveló desde muy temprano las características que se advierten en el apóstol, el agitador y el intelectual. Su simpatía personal, su carácter franco y leal, incapaz de envidia ni de odios, y su bondad humana le ganaron la estimación y el cariño de los maestros y de los condiscípulos, a los cuales excedía mucho en edad. En el colegial afloraban también las tendencias de su espíritu, que debían hacer de él algo muy distinto de un pipiolo corriente: su viva curiosidad intelectual, que le movió a exclamar un día: "Deseo la muerte para satisfacer en el seno del Eterno cuanto hoy ignoro"; y el predominio del impulso místico, que debía aniquilar toda conciencia de la realidad y aplastar el desarrollo del pensamiento lógico"
"El lado positivo (de su apostolado) estaba poblado por ensueños místicos de fraternidad, por anhelos de redención social y ansias de perfectibilidad humana"
J. VICTORINO LASTARRIA.
Recuerdos Literarios, 1878
J. VICTORINO LASTARRIA. |  |
"La verdadera proyección del siglo XVIII estaba en el proceso que Bilbao formaba, en su escrito, (Sociabilidad chilena). (...) En este proceso tomaba por criterio las ideas de nuestra escuela literaria y política de Chile, sobre la necesidad de desarrollar en sociedad y en política los principios de la revolución democrática. (...) Mas, insistiendo en su fatalismo histórico, juzgaba sin embargo, con justa severidad el régimen pasado y el actual, exigiendo la responsabilidad de sus sostenedores; y al enunciar sus juicios y las nuevas ideas que debían servir las bases a un nuevo régimen, lo hacía en fórmulas metafísicas que ofuscaban la verdadera noción de libertad y del progreso, únicas leyes de la regeneración, y con ilusiones teológicas de creyente y visiones subjetivas de un espiritualismo persistente.
Se comprende que la obra de Bilbao no estaba preparada para tener influencia ni en el movimiento literario ni en la filosofía política de la nueva escuela chilena. (...) su metafísica y sus misticismo nada enseñaban ni nada prometían, y no tenía más novedad que la de presentar bajo una forma rara y no definible un proceso que se había formado cien veces con más claridad al partido dominante, y que se repetía en todos los tonos contra el catolicismo, desde el siglo pasado.
ALBERTO EDWARDS.
"La Fronda Aristocrática", 1927.
ALBERTO EDWARDS. |  |
"(Bilbao) se había dado a conocer algunos años atrás por un escrito difuso, oscuro y sin arte, contra el orden social existente en Chile, pero que adquirió cierto renombre debido a las «inquisitoriales persecuciones de que fuera objeto", y que consistieron, dejando de lado la fraseología romántica, a una multa a que lo condenó un jurado de imprenta. Los padres del joven Bilbao le enviaron entonces a Europa a que perfeccionase sus estudios "filosóficos". A su vuelta a Chile, el Gobierno de don Antonio Varas, "miserable esbirro del oscurantismo", le colocó de empleado en la Oficina de Estadística: como se ve, aquel genio ignorado era víctima de la más implacable y feroz tiranía.
Bilbao no asistió nunca a la oficina, sino para cobrar su sueldo; pero en cambio fue el orador más popular y aplaudido en los clubes de la Sociedad de la Igualdad. Sin embargo, sus escritos de aquel tiempo no sólo carecían de sentido común, sino de sentido de cualquiera especie. Eran simples agrupaciones de palabras que nadie puede entender y que recuerdan, como dice Vicuña Mackenna, "los incoherentes soliloquios de los que han perdido el juicio". Es probable que el joven Bilbao no estuviera muy firme: el delirio místico era hereditario en su familia. Su abuelo fue uno de esos franceses que en 1780 quisieron convertir la colonia de Chile en una República del estilo árcade o ateniense, por la sola virtud de un manifiesto absurdo que habían escrito".
CRISTIÁN GAZMURI.
"El 48 Chileno", 1999.
CRISTIÁN GAZMURI. |  |
"Aun siendo posiblemente de mucho más lecturas que Arcos, su pensamiento era mucho más confuso".(...)
"No caben mayores dudas sobre la poca claridad intelectual de Bilbao, preñada de emoción y rasgos místicos, así como tampoco las caben sobre sus buenas intenciones y su auténtico estilo filantrópico. Fue esto último sumado a su carisma, su romanticismo exaltado y sus acciones políticas, en especial su actuación en el movimiento de abril de 1851, lo que lo transformaría en una figura legendaria en las luchas políticas y sociales chilenas de la segunda mitad del siglo XIX y no las bases doctrinarias que dejara".
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