Si deseas recibir información vía e-mail, completa este formulario.
Nombre:
E-mail:

Preámbulo metodológico, M.E. Orellana Benado de la Universidad de Chile.
Francisco Bilbao y la Revolución de 1810
[29-Abr-2008] Parte del atractivo de hacer de Bilbao un foco de la reflexión sobre la Revolución de 1810 se relaciona con la manera en la cual él se veía a sí mismo y en la que logró ser percibido por algunos de sus contemporáneos, y buena parte de la literatura historiográfica chilena. A saber, como un apóstol nuevo de los desmedrados que deplora la desigual repartición de la riqueza material y espiritual, así como la miseria en la cual vivía la vasta mayoría de la población chilena.

M.E.Orellana Benado de la Universidad de Chile

IN MEMORIAM
Enriqueta Pinto Garmendia,
"La Última Pipiola"

Pidió sus inspiraciones a la revolución de la democracia que había dado soberanía a ese pueblo que veía siempre esclavo del sobrenaturalismo i de las vilezas sociales del mezquino egoísmo, i se levantó altivo, en nombre del derecho i de la conciencia libre de la humanidad redimida por la lei del progreso, exijiendo estrecha i pública cuenta a los dominadores de los destinos de su patria i de la República.
Figueroa, Historia de Francisco Bilbao (1894)

La presente edición de obras completas del escritor y revolucionario chileno Francisco Bilbao (Santiago de Chile, 1823 - Buenos Aires, 1865) presta servicios que son diversos y señalados. Los lectores iberoamericanos quedamos obligados con quien la impulsó, y en posición de felicitar a los patronos que, con ilustrado discernimiento, apoyaron su iniciativa. Cuando los ejemplares de las dos compilaciones anteriores de sus escritos, ambas del siglo XIX, solo se encuentran si acaso en bibliotecas universitarias y, con suerte, en tiendas especializadas en libros viejos, una vez más, un admirador de su vida y obra hace esfuerzos por difundir su corpus literario fundamental.

Denominaré Bilbao Barquín a la primera edición de sus escritos con el título de Obras Completas. Fue publicada en dos volúmenes en Buenos Aires en 1866 por su hermano menor, Manuel, acompañada de un ensayo suyo sobre su vida y circunstancias, que aquí se recoge en una versión actualizada. Llamaré Figueroa Luna a la segunda edición, titulada Historia de Francisco Bilbao, la cual está precedida por un .estudio analítico e ilustrativo de introducción., también del editor, sobre el primer apóstol de la reforma social i de la independencia de la razón, cuyo ideal habría sido levantar el nivel moral del pueblo, sin exclusión de esferas sociales, para obtener el mejoramiento general de la República". Esta edición se publicó en cuatro volúmenes en Santiago de Chile, trabajo llevado a cabo por la Imprenta .Vicuña Mackenna.; los dos primeros tomos en 1894, y los restantes en 1898.

La edición Bravo de Goyeneche es la tercera en su género. Quiso su editor seguir el precedente de las dos ediciones anteriores, y contemplar también en la suya un ensayo que diera la bienvenida al lector de las obras de Bilbao, el cual me invitó a redactar. Mal podría el beneficiario criticar tan generosa proposición, sin embargo y con el propósito de no crear falsas expectativas, comenzaré por delimitar qué cabe esperar de las siguientes páginas. Por cierto, no pretendo resumir de manera sistemática ni el pensamieto ni la vida de nuestro autor, tareas que han sido llevadas a cabo por los eruditos argentinos, chilenos y peruanos en Bilbao y sus tiempos, de cuyas obras tanto aprendí mientras preparaba el presente ensayo.

Sin embargo, comparto la esperanza que inspiró al editor: que la presente edición, con sus altos estándares, despertará el interés por Bilbao en quienes se están formando para propósitos académicos en las ideas filosóficas, históricas, morales, políticas y jurídicas de este período. Y más allá de ellos (incluidas, desde luego, ellas), en el gran público habituado a cultivarse de manera autónoma y constante mediante la lectura. A tales personas pudiera serles útil contar con lo que aquí presento: un marco general para el análisis de Bilbao, así como una consideración inédita relativa a cómo entender su contexto histórico.

Dicho marco, sobre el cual volveremos más adelante, distingue entre una dimensión que es más bien de corte conceptual, y que apunta al lenguaje teórico utilizado por un autor; una segunda, de tipo institucional y referida a los distintos establecimientos en los cuales éste se forma y las organizaciones a las cuales recurre para la difusión de sus ideas; y, por fin, una tercera dimensión que es política y en la cual se recoge tanto las alianzas como las rivalidades que un autor tuvo a lo largo de su trayectoria.

Mi propuesta es de carácter preliminar y de alcance circunscrito. Ella pretende ser susceptible de perfeccionamiento y extensión, o bien de modificación y rechazo, ya sea en una o en varias de sus partes. Por este motivo, describo la conjunción del marco con la propuesta histórica que veremos a continuación en términos de un preámbulo metodológico al estudio de Bilbao.

Según la consideración histórica, vale la pena conceptuar a Bilbao en términos de una fi gura ubicada después de concluido el medio siglo de revolución en América. El período durante el cual el Nuevo Mundo se habría independizado de Europa, el Viejo Mundo. Este período constaría de dos momentos, el primero de los cuales habría comenzado con las batallas de Lexington y Concord en 1775, que desencadenaron la rebelión contra Londres de las trece colonias británicas en la costa americana nororiental.

El segundo momento habría comenzado en el Virreinato del Río de La Plata, con la revolución de mayo de 1810 en Buenos Aires y la vasta sublevación contra Madrid que pronto se extendió a México en el virreinato de Nueva España, al virreinato de Nueva Granada y la Capitanía General de Chile. Y terminaría en 1824 con la derrota defi nitiva de las tropas peninsulares en la batalla de Ayacucho, a manos del mariscal Antonio José de Sucre (Cunamá, 1795 - La Unión, 1830), comisionado para dicha batalla por Simón Bolívar (Caracas, 1783 - Santa Marta, 1830), el primer sudamericano en ser tratado por los criollos de Libertador..

La unidad de este medio siglo revolucionario americano está basada, además de la rebelión misma, en el pensamiento empleado para justifi carla: la fi losofía deísta, empirista y liberal que presentó a fi nes del siglo XVIII el fi lósofo oxoniense John Locke (1632 . 1704). A saber, su exaltación de las ciencias naturales asociadas con Bacon, Galileo y Newton, en su Ensayo sobre el Entendimiento Humano, y su defensa del consentimiento de los gobernados como la fuente última de la legitimidad de los gobiernos en su Segundo Tratado de Gobierno Civil. Es habitual reconocer esta infl uencia fi losófi ca en lo que antes llamé el primer momento de la Revolución Americana, el de 1775, a través de figuras como Thomas Jefferson. Dicha filosofía jugó un papel análogo en su segundo momento, el que comenzó en 1810. Aunque, claro está, se haya vuelto conveniente olvidarlo en ambos lados del Río Grande, a medida que crecía el poder de los Estados Unidos de América en la segunda mitad del siglo XIX. Según este preámbulo metodológico, tal sería el contexto mayor al cual pertenecerían Bilbao y la interpretación que los pipiolos hicieron de su derrota del 17 de Abril de 1830 en la batalla de Lircay en términos del aplastamiento del liberalismo de corte deísta.

La edición Bravo de Goyeneche presta aun otro servicio, más allá de difundir una obra que de suyo lo merece. Bilbao y su vida son también una puerta de entrada a un jardín olvidado, nada menos que al período más brillante que jamás tuvieron las letras ensayísticas sobre asuntos históricos, morales, políticos y jurídicos en América del Sur. Durante varias décadas del siglo XIX, por diversas circunstancias, coincidió en Santiago y Valparaíso una cohorte excepcional de fi guras argentinas, bolivianas, colombianas, ecuatorianas, españolas y venezolanas entre las cuales destacan: Juan Bautista Alberdi (Tucumán, 1810 - Paris, 1884); Andrés [de Jesús María y José] Bello [López] (Caracas, 1781 - Santiago de Chile, 1865); José Victorino Lastarria (Rancagua, 1817 - Santiago de Chile, 1888); Manuel Blanco Cuartín (Santiago de Chile, 1822 - 1890). Bartolomé Mitre (Buenos Aires, 1821 - 1906); Zorobabel Rodríguez (Quillota, 1839 - Valparaíso?, 1901); Domingo Faustino Sarmiento (San Juan, 1811- Asunción, 1888); José Joaquín Vallejo (Copiapó, 1811 - 1858) y Benjamín Vicuña Mackenna (Santiago de Chile, 1831 - Santa Rosa de Colmo, 1886).

Muchos de ellos tuvieron también, al igual que Bilbao, una destacada actuación política, que culmina en las de Mitre y Sarmiento, quienes ocuparon en ese orden la presidencia de lo que la Constitución de 1853 llamó la "Nación Argentina". En el primer tercio del siglo XX, por diversos motivos que valdría la pena estudiar, desapareció la memoria de ese grupo notable de intelectuales y políticos sudamericanos. Recuperarla contribuiría a iniciar un debate que tuviera por foco América, toda América, y el legado para el siglo XXI de su revolución en dos momentos, aquella mediante la cual el Nuevo Mundo obtuvo su independencia del Viejo Mundo. Interesarse en el caso de Bilbao arrojaría una luz nueva sobre, para comenzar, Chile, su país de origen y, también, sobre la Argentina, el Ecuador y el Perú, los otros tres países en los cuales, restado algo más de un lustro que pasó en Francia, transcurrió una existencia que duró 42 años.

Bilbao murió en 1865, el mismo año que Bello. Pero su vida duró la mitad que la de aquél. ¿Qué estatura habría alcanzado de sumar cuatro décadas de actividad intelectual y política, y vivido los ochenta y cuatro años que vivió el príncipe de las letras castellanas en el siglo XIX? ¿Acaso se habría encumbrado Bilbao por sobre sus pares, y convertido en el Gran Pipiolo del siglo XIX, un líder de juventud visionaria, que supo tejer alianzas y acumular poder para, en la plenitud de su vida, alcanzar la presidencia y, desde allí, guiar a Chile en la ruta de la libertad, la igualdad y la fraternidad? O, por el contrario, ¿acaso se habría hundido, siendo desenmascarado como un diletante, un ególatra romántico, un soñador desprovisto por completo de realismo, un defensor de unos pobres con cuya causa simpatizó sin tomarse la molestia de conocer sus moradas?

10 Vicuña Mackenna, figura algo más joven y que le arrebató el cetro de la intelectualidad pipiola, sostuvo que Bilbao nunca visitó "las chozas" en las cuales vivían los chilenos más desmedrados.

Se dirá, y con razón, que para las preguntas anteriores no puede haber respuestas. Esto, me parece, hay que concederlo. Solo de lo que en realidad ha ocurrido, es posible debatir de manera rigurosa acerca de cómo resulta imaginable que pudiera haber ocurrido. Sin embargo, sucede con algunas preguntas humanas que tienen valor, aunque carecen de respuestas, porque incitan la imaginación, la corona de las habilidades literarias académicas dado que, cuando está documentada y argumenta con rigor logra, incluso, pensar de manera renovada.

Por cierto, al hacerlo entramos en el campo de la especulación narrativa, en el cual, uso una fórmula del matemático y fi lósofo inglés lord Bertrand Russell, .el conocimiento exacto no es posible.. Pero, sin la contribución de la imaginación, la ciencia histórica misma se vuelve árida, cuando no ininteligible, y se nubla la visión que podemos tener de nuestra propia identidad como producto de una historia y sujeto a cambios en la historia. Las preguntas anteriores, aunque sin respuesta, refrescan el interés por conocer y evaluar el período que vivió América, toda América, entre 1775 y 1824, cuando se emancipó de Europa.

Ocho años luego de ocurrido en el Valle Central el magno suceso histórico que encabezó don Mateo de Toro Zambrano y Ureta (Santiago de Chile, 1725 . 1811), conde de la Conquista, y que señala el inicio del segundo momento en Chile, los ilustrados redactores de la proclamación de la independencia lo llaman, con toda propiedad, "la revolución del 18 de Septiembre de 1810". Parte del atractivo de hacer de Bilbao un foco de la refl exión sobre la Revolución de 1810 se relaciona con la manera en la cual él se veía a sí mismo y en la que logró ser percibido por algunos de sus contemporáneos, y buena parte de la literatura historiográfi ca chilena. A saber, como un apóstol nuevo de los desmedrados que deplora la desigual repartición de la riqueza material y espiritual, así como la miseria en la cual vivía la vasta mayoría de la población chilena.

Nuestro autor ganó su reputación inicial con el escándalo generado por su .Sociabilidad Chilena., publicado en 1844 por Crepúsculo, un periódico fundado por Lastarria en la capital chilena. Este ensayo presentó por vez primera en las letras chilenas al catolicismo y a España como el padre y la madre de la oscuridad medieval; de su pretensión autárquica; y de las barreras al tráfi co de ideas y bienes contra las cuales se habrían alzado los patriotas chilenos en 1810. Bilbao brilló como promotor de los ideales de libertad, igualdad y fraternidad entre los seres humanos que, según el sector pipiolo al cual pertenecía, fueran la inspiración última de la Revolución de 1810; en palabras de Figueroa, "la propagación de la doctrina racionalista del cristianismo como dogma de fe i de reforma social". Este ideal tendría en él su auténtico heredero y su más vehemente defensor.

Tomaré ahora distancia de Bilbao para discurrir acerca de cuál modo resulta mejor, en general, para iniciar el análisis de autores que, al igual que él, son además protagonistas de su tiempo. Atender esta preocupación de corte metodológico supone volver al modelo que, según anuncié antes, distingue y conjuga tres dimensiones de análisis que denominé, en otro lugar, conceptual, institucional y política, al cual apellidaré aquí "tridimensional".

Estas dimensiones, por cierto, tienen entre sí relaciones estrechas, aún íntimas, aunque no por ello dejan de ser, en rigor, diferentes. El modelo tridimensional distingue entre cada una de éstas dimensiones para organizar la recopilación de antecedentes y promover un debate que, cuando es exitoso, permite discernir el rango abierto pero acotado de maneras en las cuales, en un momento dado de la historia, es posible interpretar a tales fi guras del pensamiento y la acción. El diálogo entre los partidarios de dichas interpretaciones mejora nuestro entendimiento de cada una de ellas; revela sus relaciones argumentativas; y, por último, guía la búsqueda de la verdad respecto de estos asuntos, tarea en la cual unas opciones se cierran y descartan, en tanto otras se abren o reinterpretan.

Según el modelo tridimensional, cada interpretación de una figura como Bilbao supone la adopción de enfoques distintos en la dimensión conceptual, la institucional y la política. De este modo la pluralidad de interpretaciones en torno a un autor se revela como una condición que permite emprender la búsqueda de la verdad respecto del mismo; a saber, el intento por identifi car las opciones que son por igual inteligibles, y que están desarrolladas en grados comparables de extensión.

La prosa académica permite alcanzar esta peculiar variedad del conocimiento que podemos denominar humano dado que ella se esmera por tratar sus asuntos de forma documentada, rigurosa y, cuando corresponde, e irguiéndose con cuidado sobre las dos anteriores, también de manera imaginativa. Esas características, dicho sea de paso, la distinguen de otros géneros literarios y permiten también reconocer los menos logrados de entre sus propios productos; a saber, aquellos surgidos de plumas que practican solo una, a lo más dos, de esas tres virtudes. ¿Hasta qué punto el modelo tridimensional permite reconstruir las distintas interpretaciones de fi guras tales como Bilbao? Responder a esta pregunta excede, desde luego, con mucho las ambiciones del presente preámbulo. En lo que sigue, sin embargo, cada lector encontrará algunos elementos de juicio sobre este asunto con referencia a nuestro autor y ejemplos que permiten imaginar cómo aplicarlo a otros autores. No pretendo aquí validar el modelo tridimensional sino, más bien, ilustrar su uso.

La primera dimensión de este modelo (dado que en términos jerárquicos las tres son equivalentes, las menciono en orden alfabético), es la conceptual. Ella se ocupa de identifi car, estudiar y valorar el contenido, su estructura y fundamento de las ideas elaboradas. Es decir, atiende a lo que un autor sostiene en sus escritos, e intenta identifi car las formas en las cuales construye y defi ende lo que propone. Aquí corresponde determinar, por dar un ejemplo, la originalidad de sus propuestas. Si no se sabe que Bilbao propuso, por dar un ejemplo, una .ley de la Historia., ¿cómo podría surgir la pregunta acerca de si ella es o no original? Aun cuando se concluya que las ideas de un autor son en gran medida originales, queda pendiente determinar con precisión en qué radica su novedad. ¿Se trata por ventura de una defensa nueva de ideas antiguas? ¿Son nuevas las conexiones que establece entre los conceptos? ¿Propone, por el contrario, conceptos nuevos? Cuando concluimos que las ideas de un autor no son originales, quedan pendientes preguntas históricas acerca de cuáles fueron las fuentes de su pensamiento y, si acaso, con qué grado de virtuosismo o de maestría ese autor supo ocuparlas y prolongarlas. También la respuesta a cada una de estas preguntas depende de cuáles hayan sido sus ideas, motivo por el cual el interés por ellas en sí mismas es el comienzo de toda tesis de licenciatura, maestría o doctorado sobre un autor dado.

Entre otros asuntos, el trabajo en la dimensión conceptual pretende identifi car cuáles son las nociones básicas de un autor y, también, si constituyen ellas en rigor una pluralidad de consideraciones y valoraciones diversas, cada una con un interés propio o, más bien y por contraste, si estamos frente a un sistema que descansa en un principio último y, a su vez, único. Para poner este punto en términos de la dicotomía introducida en la segunda mitad del siglo XX por sir Isaiah Berlin (1909-1998), judío de origen ruso que se destacó como fi lósofo e historiador oxoniense, si el conjunto de ideas tiene por autor un zorro o, más bien, un puerco espín.

¿Sigue su prosa estrategias distintas frente a situaciones que también lo son, como lo haría un zorro? O bien, ¿es su estrategia la del puercoespín que, frente a situaciones diversas, solo sabe reaccionar de una y la misma manera: erizándose? Esta última pareciera ser la opción de Figueroa, para quien Bilbao "no quería la transformación social por el trastorno del orden público sino la evolución fundamental de la sociabilidad chilena por el desarrollo legítimo del derecho". De concluirse que estamos frente a lo que merece ser descrito como un sistema de pensamiento animado por un principio explicativo único, surgirán preguntas acerca de su grado de coherencia o estabilidad argumentativa, y otras acerca de las tensiones que pudiera haber entre su aplicación a unos problemas frente a la manera en que encara otros.

En la dimensión conceptual, la pesquisa comienza cuando nos documentamos acerca de las ideas mismas de un autor y culmina con los distintos intentos de caracterización global como, por ejemplo, la ofrecida por Figueroa cuando sostiene que Bilbao: Asoció las ideas de fe a las reformas políticas, en atención al criterio relijioso que se había jeneralizado en la sociedad, acercando al sistema democrático el credo cristiano que es un dogma de consuelo i de esperanza para el pueblo desventurado i perseguido. Con todo, una vez que se hace esto, el foco de interés del análisis se dirige más allá de las ideas de un autor para indagar también en su carácter individual o personal, así como en sus fuentes y su desarrollo en términos institucionales y políticos, atendiendo al peculiar e irrepetible contexto histórico en el cual le correspondió actuar. He aquí una manera de contrastar esta primera dimensión del análisis, la conceptual, con las que antes denominé institucional y, por otro lado, política. En estas dos últimas el movimiento sigue el camino inverso: comenzamos con el medio histórico, social e intelectual en el cual un autor en tanto individuo o persona se forma, se desempeña y lucha para, desde allí, encarar sus ideas.

La segunda dimensión del análisis es institucional. Ella cobra peculiar importancia en quienes, como Bilbao, son al mismo tiempo pensadores y actores de su tiempo. El asunto comienza con lo que, por así llamarla y a riesgo de cursilería, pudiéramos denominar su .matriz institucional.. A saber, los contextos en los cuales éste se forma y en los cuales se gestan sus ideas y, también, los medios a los cuales recurre para difundirlas; en particular, los centros de formación e irradiación tales como, entre otras, las academias, escuelas, facultades universitarias, sociedades y otras formas de asociación (que es habitual hoy denominar "redes") a las cuales pertenece y en cuyas actividades participa, así como aquellas en las cuales sus seguidores se agrupan y reciben instrucción.

En el caso de Bilbao, las más importantes de entre las primeras fueron el Liceo de Chile y el Instituto Nacional y, de entre las segundas, la Sociedad de la Igualdad, organizada en 1850 por Santiago [Mariano del Carmen] Arcos [Arlegui] (Santiago de Chile, 1822 - París, 1874); Manuel Recabarren; el músico José Zapiola; y un joven Benjamín Vicuña Mackenna, que fue secretario en una de sus secciones. Luego de su regreso a Chile de Francia, Bilbao le dio su juramento de entrada.

Para ingresar había que reconocer los tres principios encarnados en las siguientes preguntas:

  • I. ¿Reconocéis la soberanía de la razón como autoridad de autoridades?
  • II. ¿Reconocéis la soberanía del pueblo como base de toda política?
  • III. ¿Reconocéis el amor y fraternidad universal como vida moral?

No hay verdades reveladas, ni justificación para aceptar a los curas como autoridad suprema en la interpretación de textos tenidos por sagrados. Solo la razón puede, en último término, avalar una argumentación y solo el consentimiento del pueblo puede legitimar un gobierno. El lazo moral es el trato entre hermanos que, más allá de sus diferencias, reconocen un Padre común, aunque rechacen la Iglesia que dice representarlo. En septiembre de 1850, meses después de su fundación, la Sociedad ya contaba con dos mil socios y realizaba desfi les multitudinarios en la capital chilena. Si hemos de dar crédito al testimonio de su hermano, la última reunión, el 28 de octubre, convocó cuatro mil personas y .sacó de quicio. al Gran Pelucón, el propio presidente Bulnes, gloria suprema de las armas chilenas y forjador de la República de Chile.

El 7 de noviembre de ese mismo año su gobierno disolvió .la Sociedad de la Igualdad y toda otra parecida. (he destacado el énfasis) y encarceló a varios de sus líderes, eliminando así un importante foco de oposición a la candidatura a la presidencia de Manuel Montt (Petorca, 1809 - Santiago de Chile, 1880), quien el 18 de septiembre del siguiente año asumiría la presidencia como el Tercer Pelucón. Unos meses después de su elevación a la presidencia y luego de fracasar el último intento de revolución pipiola penquista, que Bilbao respaldó, él tuvo que marchar al exilio, camino de Lima, en agosto de 1851, para ya nunca regresar y morir, catorce años más tarde, en Buenos Aires.

En la dimensión institucional del análisis interesa estudiar el medio en el cual los distintos autores se forman y cómo conocen a quienes se convierten en sus fuentes de inspiración y también aquellos a quienes se oponen y rechazan. ¿Leyeron sus manifi estos, artículos o libros? ¿Escucharon en persona lecciones o conferencias? ¿Participaron de seminarios o grupos de discusión? ¿Tuvieron contacto personal con los distintos autores que infl uyeron en sus ideas y sus vidas? ¿Cuál fue, en su tiempo, la estatura intelectual que se les reconoció a estos últimos?

En el caso de Bilbao, estas preguntas nos dirigen a una diversidad de fi guras, algunas de las cuales nombro a continuación junto con una pincelada sobre sus respectivas trayectorias. La lista comienza con doña Mercedes, su madre, de quien Blanco Cuartín dejó un vívido retrato de carácter, y con su padre, don Rafael, nieto de un hijo extramarital de don Lucas Francisco de Bilbao La Vieja (.1703), oidor de la Audiencia de Santiago y más tarde de la de Lima que, recojo la expresión de Javier Barrientos Grandón, "no constituyó familia". Comerciante exitoso, diputado e intendente de la capital durante la presidencia del último pipiolo, Francisco Antonio Pinto (Santiago de Chile, 1785 - 1858), fue desterrado a Lima en 1830 luego del triunfo en Lircay de Prieto, el Primer Pelucón. Don Rafael, sin embargo, colaboró en 1839 con Bulnes, el sobrino favorito del entonces presidente chileno, y el Ejército Libertador del Perú, integrado por chilenos y peruanos, que él comandaba y con el cual derrotó en la batalla de Yungay al Supremo Protector de la Confederación Perú - Boliviana, el Mariscal Andrés de Santa Cruz (La Paz, Bolivia, 1792 -Versalles, 1865).

Otro nombre distinguido en la matriz institucional de nuestro autor, y que ya ha sido mencionado, es el de Santiago Arcos; hijo de un español enriquecido durante el gobierno de O´Higgins quien, para disgusto de su padre, se dedicó también a la agitación política desde una inspiración liberal, logrando renombre en los solo treinta y tres meses que vivió en Chile como adulto. Cuando tenía dos años, su familia se trasladó a París, de donde regresó a su tierra natal por primera vez cumplidos ya los veinticinco. Luego de vivir en Chile, fue candidato a las cortes españolas, y visitó también California.

También merece mención especial José Victorino Lastarria, maestro de Bilbao en el Instituto Nacional y tal vez el principal divulgador en Chile de la .leyenda negra. sobre España, el Santo Ofi cio y el .jesuitismo., temas recurrentes en nuestro autor. Este relato denostador de todo lo hispano y lo católico fue elaborado en siglos anteriores al XIX por franceses, ingleses y holandeses, como una reacción al parto sangriento del cual surgió el imperio español. Gracias a las atrocidades acaecidas durante la reconquista peninsular (1814-1818), la "leyenda negra" ganó credibilidad en el Chile independiente.

Entre las fi guras que más influyeron en Bilbao están tres destacadísimos autores franceses de su tiempo, dos de los cuales tuvieron también carreras como agitadores políticos, a quienes conoció en persona y que pronto lo tuvieron en tal consideración y estima que lo trataban de "Mon fils" (Mi hijo): Edgard Quinet (1803-1875), diputado, profesor del prestigioso Collège de France y autor de un sinnúmero de obras, con quien participó de manera activa en la Revolución de 1848, que depuso al rey Louis Philippe de Orléans en Francia; Jules Michelet (1798-1874), prolífi co historiador de su país y también profesor de la misma institución; y, por último, el más singular, Hugues-Félicité Robert de La Mennais (1782 -1854), cura de origen aristocrático y también diputado quien, luego de ser condenado en dos encíclicas por el papa Gregorio XVI, pasó de apologista católico ultramontano a partidario de un "humanitarismo liberal".

Estamos frente a la segunda dimensión del análisis de las ideas y las vidas en las cuales estas surgen, la que denomino institucional, aquella cuyo análisis comienza con las distintas formas de asociación y colaboración estables para converger en los aspectos personales, individuales e irrepetibles de la existencia individual. ¿Podremos, por ejemplo, llegar a saber algún día cuál fue el origen y monto de los recursos que le permitieron a Bilbao vivir en Europa por dos períodos? ¿O bien, en qué bibliotecas americanas y europeas trabajó, qué sociedades integró o lo acogieron? ¿Qué infl uencia tuvo sobre Bilbao, si la tuvo, el político y hombre de letras español José Joaquín de Mora, redactor de la constitución liberal chilena de 1828, en cuyo Liceo de Chile estudió nuestro autor antes de partir a Lima para acompañar a su padre en el destierro? ¿En qué instituciones y en las manos de qué preceptores continuó su educación en Lima? ¿Cuál es la lista completa de profesores con los cuales estudió Bilbao en el Instituto Nacional, una vez que regresó a la capital chilena, además de Bello, Lastarria y Varas? Algunas de estas preguntas y otras que surgen del presente preámbulo podrán ser mañana objeto de investigación gracias a la edición Bravo de Goyeneche de las obras de Bilbao.

Según el modelo tridimensional para el análisis de las ideas y las vidas en las cuales ellas surgen, además de las anteriores, está la dimensión política. Esto es, en el caso de Bilbao, sus alianzas y sus rivalidades con individuos, organizaciones e instituciones en cinco países: Argentina, Chile, Ecuador, Francia y Perú. Respecto de este último asunto, ha llegado el momento de dedicar algunas palabras sobre la pugna que siguió la consolidación del proceso autonómico y libertario desencadenado por la Revolución de 1810 en Santiago de Chile, que es usual describir en términos del enfrentamiento entre dos bandos cuyos respectivos nombres ya he ocupado: los pipiolos y los pelucones.

Los pipiolos creían que a comienzos del siglo XIX y gracias a la conjunción de varios fenómenos, el mundo entraba en un camino de progreso. Uno de ellos fue interno y de corte administrativo . político: la modernización borbónica del Imperio Español durante la segunda mitad del siglo XVIII, que incluyó medidas tan radicales como la expulsión de sus territorios de la Compañía de Jesús en 1767. Cuando Carlos III vendió sus vastas propiedades a comerciantes acaudalados, sentó las bases para que surgiera en Chile el sector social cuyos publicistas en el siglo siguiente denominarían .aristocracia castellano - vasca.. El principal factor exógeno fue el auge, tanto comercial como intelectual de las islas británicas. Destaca en este último componente la ya mencionada filosofía deísta, empirista y liberal de Locke.

Para terminar aquí esta lista incompleta de los factores que, suponían los pipiolos, auguraban el inicio de una era de .progreso., .ilustración. y .modernidad., está también el impacto en Europa y América de la Revolución Francesa de 1789. Una revolución en la costa nororiental del Nuevo Mundo, que afecta a dos o tres millones de personas, es una cosa. Importante, por cierto. Otra cosa fue la revolución, en Francia, doce años después, en el país más poblado de Europa, cuando las vidas de veintiséis millones de personas se reorganizaron de forma inédita en torno a un nuevo régimen. Esta última, demás estará decirlo, tuvo una importancia mucho mayor.

En el sector pelucón, por contraste, toda innovación causaba ansiedad. Los terratenientes, habituados a la vida rural y de mentalidad más bien práctica, miraban con desconfi anza cordial a ese puñado de personas que, en las incipientes ciudades, vivían dedicadas al comercio y al vicio nuevo de especular acerca de los fundamentos de la obediencia y del gobierno. Extraían los pelucones sus luces respecto de los asuntos morales, políticos y jurídicos, como lo habían hecho sus antepasados por más de tres siglos, de fuentes más confi ables que el hereje de Locke; a saber, de los sacerdotes católicos, socios de estos en la empresa de la conquista de América, quienes tuvieron el monopolio educacional del Nuevo Mundo hasta fines del siglo XVIII.

Esta sociedad rural chilena, organizada en torno a una red de caminos que, sin grandes certezas, unía los pueblos y las haciendas se había ido constituyendo, de manera lenta y difi cultosa, en una comunidad que ya en el último tercio del siglo XVIII merecía ser descrita como una nación. Luego de Maipú, cuando los lazos de vasallaje de la elite con Madrid quedaron cortados, los pelucones no vieron por qué, en el nuevo régimen, habían de cortarse también aquellos que sometían bajo su señorío a campesinos, comerciantes, gañanes, inquilinos, peones, rotos y siúticos; es decir, el resto de la población chilena. La elite se sentía destinada por la divinidad y preparada por la historia para gobernar. Independencia era una cosa. Democracia, otra.

Volviendo a Bilbao, según la interpretación pipiola que él compartía, los ideales de la Revolución de 1810 habían sido los de la Revolución Francesa. Esto es, aquellos que recibieran su defensa teórica inicial de Locke en su Segundo Tratado de Gobierno Civil y que habían sido invocados ya en el primer momento de la revolución americana. Esos ideales eran los que habían sido aplastados de forma mañosa y brutal por los pelucones. En efecto, envenenado por Diego Portales (Santiago, 1793 - Valparaíso, 1837) y su primo hermano, Francisco Ruiz -Tagle [Portales], luego de su derrota en los campos de Ochagavía a fi nes de 1829, el general Prieto habría traicionado su palabra. Con los soldados que salvó empeñándola, derrotó en Lircay a los pipiolos liderados por Ramón Freire Serrano (Santiago de Chile, 1787-1851), quien fuera el último jefe de gobierno en ejercer el poder como Director Supremo del Estado, masacrando más de mil soldados pipiolos. Así, según la interpretación pipiola que Bilbao compartía, el sector pelucón de la elite habría contenido la proyección libertaria, igualitaria y fraternal de la revolución que independizó a Chile de España.

Cuando Chile había consolidado su autonomía o independencia política del Rey en Madrid y tenía un mundo por ganar bajo la conducción pipiola de, entre otras figuras, los hermanos Ventura y Manuel Blanco Encalada, José Miguel Infante, Francisco Antonio Pinto y Benjamín Viel, se habrían enfrentado con los pelucones, los herederos criollos del Antiguo Régimen. Azuzados y apoyados por la facción mayoritaria del clero católico, el cual según ellos creían actuaba bajo la supervisión última del pontífi ce romano, su triunfo habría signifi cado mantener al pueblo sometido e ignorante, como lo estuvo durante los tres siglos anteriores. Tres lustros después de Lircay, varios compañeros de generación de Bilbao pretendían iniciar una "segunda guerra de emancipación". Era hora de rectifi car el curso de la historia porque, en palabras de su hermano Manuel: En la primera [guerra] había quedado libre el cuerpo del poder material de la España, en la segunda se trataba de emancipar el espíritu de la educación, de las creencias dogmáticas, autoritarias y absurdas que alimentaban a la Europa engalanada con la librea de los que abdican su personalidad ahogando todo destello de lo divino en el hombre.

Bilbao expuso sus ideas anti-hispánicas y anti-católicas, como ya señalé, en el artículo "Sociabilidad Chilena". Corría 1844. Un cuarto de siglo después de Maipú, Chile obtenía de España el reconocimiento de su independencia y establecía relaciones diplomáticas con la antigua metrópoli. Bulnes disponía el cambio de la letra de la Canción Nacional en los puntos que resultaban más ofensivos a la corona española (y los españoles residentes), que culminaría con la versión de 1847. Con su obra Bilbao provocó un rechazo feroz en la sociedad santiaguina, encabezada por la judicatura y la jerarquía católica. Blanco Cuartín describe, con su humor característico, la reacción del sector pelucón:

... levantó el grito al cielo pidiendo un tremendo castigo contra la sabandija venenosa que se había atrevido a escribir semejantes herejías.
-- Merecería que lo encerrasen por toda su vida en una penitenciaría, gritaba una vieja.
-- Que lo asaran hasta convertirlo en chicharrón, agregaba otra.
-- Que lo destierren para siempre, refunfuñaba un hacendado.
-- Yo lo colgaría en la mitad de la plaza, replicaba un escribano.

En fin, todas las muertes y todos los suplicios eran poco para aquel botarate que, sin apuntarle todavía el bozo, se atrevía a insultar a una sociedad de tanto fuste y copete.

Cuando contaba solo con veintidós años, en lo que terminaría siendo la mitad de su vida, Bilbao fue catapultado a la fama que lo acompañaría durante la segunda mitad de su corta existencia por este succès de scandale. Un tribunal lo condenó como "inmoral y blasfemo en tercer grado". La Universidad de Chile, que ejercía la superintendencia de la educación y a petición de Mariano Egaña, a la sazón primer decano de su Facultad de Leyes y Ciencias Políticas, lo expulsó del Instituto Nacional donde tomaba clases de esas materias, a pesar del desabrimiento de Bello y Gorbea ante la medida. La Corte Suprema ordenó "quemar el escrito por mano del verdugo".

El polo opuesto de Bilbao fue Montt. "Ese Negro", decía Bulnes de su ministro "es todo cabeza y nada de corazón" (el Presidente conocía su eficiencia desde que, como ministro de su tío Joaquín, organizara su propia elección en 1841). Montt era un muchacho de Petorca cuya familia, si bien tenía una trayectoria de cierta distinción en la zona, no era rica. Todo lo opuesto al acomodado y capitalino Bilbao.

Montt entró en la política de manera gradual y sin estridencia, gracias a un ascenso tan ordenado como irresistible en el naciente sistema educacional de la República. Llegó a presidirla por una década como sucesor de Bulnes quien, cuando le entregó el mando, sentenció: "Veinte años de una misma familia es sufi ciente para Chile". Solo de ahí en adelante, además de Estado, hubo República en Chile. Hasta qué punto y de qué manera Montt determinó el lugar de Bilbao en la memoria chilena de la segunda mitad del siglo XIX es aún otro asunto digno de ser investigado en el siglo XXI.

En los siguientes casi veinte años que transcurrieron hasta la publicación de su posición madura sobre el tema de la iglesia católica y su infl uencia en la América de habla castellana (el ensayo "La América en Peligro", redactado durante su exilio en Argentina), Bilbao se hizo merecedor del título de "el enemigo tal vez más terrible que haya tenido nunca en América la causa católica." Él representa, en mi interpretación el paso en política del teísmo (con su creencia en las bondades de un gobierno supeditado a la iglesia católica, y no a ciudadanos ilustrados) al deísmo que, por el contrario, valora la deliberación racional individual entre iguales, de suyo benevolente, libre e informada para determinar cómo bien podemos tratarnos unos a otros.

Dimensionar la importancia del elemento religioso en Bilbao a la luz del modelo tridimensional es otra tarea pendiente que, por cierto, va mucho más allá de lo que correspondería intentar aquí. En todo caso, resultará hoy difícil catalogar de ateo, y ni siquiera de agnóstico, al autor de Estudios sobre la vida de Santa Rosa de Lima, obra redactada en Lima durante su segundo exilio y en la cual, según algunos, intentaba dotar a la América de habla castellana de su propia Juana de Arco. Porque Bilbao sostiene en ella, entre muchas otras afi rmaciones de similar tenor, que: Ese impulso al bien y esa idea del bien, forman el llamado divino, forman la unión del creador y de su criatura. El que escucha esa llamada misteriosa, ese se halla en la línea de las operaciones del cielo; el que obedece a esa diana inefable; a esa iluminación sublime, ese acepta el combate de los fi eles: y el que llega a vencer al enemigo interno, a la brutalidad de los sentidos, al egoísmo infantil y practica en medio de la lucha la expansión espontánea de los movimientos del amor y vive puro, fuerte en la caridad universal, ése es el que arrebata la corona de los Santos. Podemos, pues, defi nir la Santidad diciendo que es el holocausto permanente del egoísmo en aras del amor divino.

En la dimensión política del análisis de Bilbao sus alianzas y sus rivalidades en torno a la religión merecen, en mi concepto, un lugar central. Toda interpretación o propuesta de entendimiento completo de las ideas y vida de Bilbao, así como de quienes como él conjugaron el desempeño en las letras y el activismo, tiene que analizar la dimensión política para que, apoyados en el resultado de dicho ejercicio podamos preguntarnos por el signifi cado del segundo momento de la Revolución Americana, aquel iniciado en 1810, y cuáles podemos esperar aún que sean sus proyecciones en el siglo XXI. Por la contribución que hace la edición Bravo de Goyeneche al debate documentado, riguroso e imaginativo de tan crucial asunto, merece también su tercer editor nuestra gratitud.

Buscar
Vea además
BIBLIOGRAFIA
02-May-2008
Cuadernillo de imágenes
02-May-2008
JUICIO POR EL ARTÍCULO, LA SOCIABILIDAD CHILENA
02-May-2008
Transcripción realizada por Manuel Bilbao
Vida de Francisco Bilbao
02-May-2008
Escrita por Manuel Bilbao. Edición y notas Luis G. de Mussy R
Francisco Bilbao y la Revolución de 1810
29-Abr-2008
Preámbulo metodológico, M.E. Orellana Benado de la Universidad de Chile.

Francisco Bilbao, Desarrollado por Giroscopio y Newtenberg, Santiago, Chile. Abril, 2008

A través del siguiente formulario pueden enviar sus comentarios sobre ésta página en particular. El sistema identifica automáticamente desde qué página viene el comentario.
Nombre y Apellido:
E-mail:
Comentario sobre:
Comente: