Era una voz corrida en el público de Santiago que los enemigos de Bilbao trataban de eliminarlo por medio del puñal. Los artesanos se preocuparon de tal modo con esta idea, que todas las noches le acompañaban, quisiera o no, hasta sus habitaciones. Pero las voces aumentaban y alarmaba ya a los socios al extremo que en una de las reuniones, hubo alguien que tomó la palabra para prevenir el mal. Al propio tiempo daban cuenta de las persecuciones que se les hacía, los consejos que se les daba y las discusiones que sostenían. Bilbao tomó la palabra, al terminar la sesión, y les dijo con este motivo:
"Ciudadanos del pueblo chileno: nada más nuevo entre nosotros que esta asociación donde se encuentran reunidos, individuos de todas las clases sociales, y nada más grandioso al mismo tiempo, porque esta asociación entraña la regeneración y el porvenir de Chile. A causa de esta novedad, y de esta importancia misma, conviene que todos sus miembros estén alerta para no suministrar asidero a las asechanzas de los enemigos, sobre todo, ahora que estos enemigos no reparan en medios para destruir la sociedad, y no retroceden para conseguirlo ni aun delante del asesinato. Si obramos con prudencia, si no prestamos oído a la voz del egoísmo, el triunfo es infalible. Un conjunto de hombres pueden ser aniquilados, pero una idea nunca, uno de nosotros, todos aun podemos caer bajo el puñal del asesino, pero nuestra causa triunfará. He visto en Europa caer los tronos bajo el mágico impulso de esas tres palabras, que veis inscritas ahí, y que nos sirven de divisa (señalando un cuadro): libertad, igualdad, fraternidad, ¿y podrán resistir a su imperio nuestros enemigos miserables, enemigos que buscan su sostén en el asesinato? La unión fraternal, la armonía que veo reinar entre vosotros, es para mí otra prenda de victoria, mas este espíritu de fraternidad debe extenderse hasta nuestros enemigos. Si queremos vencerlos, no es para destruirlos, no es para dañarlos en lo menor, sino para mejorarlos y hacerlos participar con nosotros de los bienes de la verdadera república.
Retiraos a vuestras casas en orden, sin prorrumpir en un sólo grito, retiraos a meditar sobre el porvenir de nuestra patria".
En efecto, si era verdad que no hubiera quien dirigiese la maniobra de un asesinato, no por eso era menos cierto que la propaganda de odio que se hacía en los diarios y en el púlpito, dejaban de autorizar esa sospecha.
Contribuyó a afianzarla dos hechos: Luis Bilbao viajaba en esos días por Talca y apercibidos del apellido, los eclesiásticos trataron de sublevar el fanatismo reinante en ese pueblo. El viajero fue asaltado en su alojamiento por una turba y graves dificultades tuvo para escapar.
El segundo hecho era aún más serio. El Gobierno temeroso del vuelo que tomara la Sociedad de la Igualdad, viendo que ésta no daba motivo para ser cerrada, que nada podía la prensa ni el púlpito contra ella, proyectó un ataque atroz, del cual se proponía sacar un brillante resultado. Disfrazó una compañía de granaderos, la armó de gruesos garrotes y en la noche del 19 de Agosto, haciéndoles representar el papel de rotos fanatizados, los lanzó a atacar la Sociedad. En efecto, llegaron y entraron repartiendo garrote. Los socios resistieron y derrotaron a los asaltantes con algunas desgracias que lamentar.
Este atentado alarmó la sociedad santiagueña, irritó los ánimos y produjo una reacción a favor de los igualitarios. Fue entonces que los salones de la Sociedad no fueron suficientes para dar lugar a la inmensa concurrencia que corrió a inscribirse en ella. Diputados, reformistas, jóvenes hasta entonces indiferentes: Era una falange que daba a la asociación un auge incalculable.
Este paso del gobierno, la impunidad que acordó a los asaltantes y la guerra directa que el Ejecutivo declaraba a la Sociedad de la Igualdad, produjeron en ella más tarde un cambio en su marcha prescindente de la política.
Es de advertir que días antes, el intendente de Santiago don Matias Ovalle, amigo de Bilbao había llamado a este para hablarle como tal.
–No trabajes –le dijo–, aún no es tiempo, se sirven de ti, te sacrifican, tu porvenir se pierde.
–No soy por ninguno de los partidos –le contestó Bilbao–, no soy del Gobierno ni de la oposición.
Al llegar a Chile he visto que nuestro Gobierno es malo, no trabaja por la República. Sois hombres de poca fe.
–No estés en el idealismo –le repuso el intendente.
–Sí lo estoy, no conozco otra cosa.
–Te calumnian.
–Ahí están mis actos. Es preciso transformar la sociedad y romper esa valla que nos impone.
No por eso los conservadores, el clero ante todo, y aun los reformistas dejaban de calumniar a la asociación. Decían que allí se predicaba el saqueo, otros que era el foco de una conspiración y quienes que el plan era acabar con los dogmas católicos.
Para desvanecer estas suposiciones la sociedad quiso vindicarse y firmó una acta, una protesta, que decía:
"1° Nos reunimos en sociedad usando del derecho que tienen los hombres libres para asociarse, para todo objeto que no esté prohibido por las leyes.
2° Nos reunimos para formar la conciencia pública, es decir, para ilustrar en los derechos que nos conceden las leyes y en los deberes que nos imponen.
3° Nos reunimos con el objeto de considerar nuestra situación especial y hacerla presente a las autoridades legalmente constituidas, indicando los medios que creemos puedan hacer desaparecer el mal, usando en esto del derecho que nos acuerda el capítulo 5° artículo 6° de la Constitución y conforme a las disposiciones generales de esta.
Estos son nuestros únicos medios, nuestros únicos fines.
Los trastornos, el empleo de la fuerza, sólo sirven para dar glorias inútiles al que triunfa: queremos la paz, la tranquilidad, porque de ellas solas podemos esperar la prosperidad de la República.
Respetamos todas las opiniones, como queremos ver respetadas las nuestras.
Queremos convencer, no queremos imponer nuestras ideas. La santa palabra Igualdad es la que nos sirve de bandera. Rechazamos toda opresión, toda tiranía, la tiranía del capricho popular, como la tiranía del mandatario apoyada en la fuerza".
A pesar de estas protestas de orden político, de prescindencia para con los partidos, el Gobierno no confió en la Sociedad porque veía que si era verdad que no servia a los caudillos, era un hecho que la ilustración que se difundía en las masas y el prestigio que adquiría Bilbao, más tarde acabaría por derribarle, minándole por la base y surgiendo de allí un poder fuerte.
Acto continuo de fracasar el golpe del 19 pusieron en prisión a algunos artesanos que habían sobresalido en la resistencia de ese atentado. Con motivo de estas prisiones propúsose en el grupo N° 6, una erogación para auxiliar a los encarcelados. Todos dieron lo que llevaban y entre esas erogaciones se notó un medio centavo de cobre, puesto por un roto. Bilbao aprovechó esta circunstancia para decir: "este acto, ciudadanos, me recuerda un hecho semejante que nos refiere el Evangelio.
Estaba el Salvador cerca del lugar donde se depositaban los socorros voluntarios para los pobres, y veía acudir ahí a los ricos a depositar gruesas sumas. Vino una viuda pobre con su hijo y depositó un centavo. Jesucristo conmovido dijo: en verdad os digo: el centavo de la viuda vale más que las cuantiosas sumas erogadas por los ricos".
La Sociedad de la Igualdad había echado raíces muy profundas y podía considerarse garantida por su disciplina y método de todo otro ataque brusco, siempre que el país siguiese bajo el imperio de la Constitución.
En algunas provincias habíanse entusiasmado con el ejemplo que recibían de esta asociación y fundaban otras con igual nombre, poniéndose en relación con la de Santiago. La de la Serena y la de Aconcagua fueron las primeras. Los artesanos de Valparaíso anunciaron sus deseos y pidieron que Bilbao fuese a presidir la instalación. Éste no pudo separarse de la capital y mandó a su hermano Manuel que lo representara. Hízose la inauguración con asistencia de un gran número de pueblo y allí concurrieron también los hombres más notables de la oposición política. Abierta la sesión, el señor don Pedro Félix Vicuña trató de convertir desde el primer instante la asociación en Club Electoral y propuso una declaración a este fin, terminando por proclamar al caudillo de los reformistas.
El comisionado de Bilbao se opuso a tal acuerdo, hizo ver que el fin de la asociación no era político, sino social.
Después de una discusión acalorada, la idea de los reformistas fue desechada y triunfó la de la Sociedad de la Igualdad.
Este incidente ocasionó una fuerte queja contra el hermano de Bilbao, queja que no fue admitida por los igualitarios de Santiago.
La Sociedad había abierto cursos de educación primaria para el pueblo a más de las ilustraciones que se le hacían de sus derechos. [1]
Todos estos antecedentes manifiestan que Bilbao jamás tuvo la intención de afiliarse en los bandos militantes y que si el Gobierno hubiera comprendido este pensamiento no hubiera procedido a precipitar la Sociedad en el terreno de los partidos.
Pero el Gobierno no veía con aplomo lo que pasaba. Había visto anularse el Club "Reformista" pero contemplaba al coloso de la Sociedad, donde acudían diariamente todas las clases sociales y veía que en el seno de ella se incorporaban Diputados que llevaban la oposición al seno de las Cámaras. No vio más enemigo que la Sociedad de la Igualdad y sin meditar en las consecuencias decidió acabar con ella.
Don Manuel Montt principió por pedir en el Congreso la rehabilitación de la pena de azotes. Lo consiguió. El Intendente promulgó un bando enseguida, en que disponía: "que toda persona que quisiera entrar a las sesiones de la Sociedad, fuese admitido, aun cuando no fuera del número de los afiliados y hacía responsable a la Junta Directiva y al dueño de casa de los desórdenes que pudieran ocurrir". De este modo se quería introducir elementos de desorden para tener el pretexto de apoderarse de la Junta Directiva. Esta reclamó, acusó al Intendente y fue desatendida en sus exigencias. Entonces hizo publicar la siguiente declaración:
"A los Chilenos.
"La Junta Directiva de la Sociedad de la Igualdad, en vista del bando del Intendente de Santiago que viola el derecho de asociación y el derecho de propiedad, se dirige a sus compatriotas para decirles:
Todo ciudadano que quisiese penetrar en la sesión general sin someterse a las condiciones de la incorporación, que tenemos derecho a exigir, y que alegase el bando como una autoridad para violar nuestra asociación, lo consideramos como mal ciudadano, como secuaz de los déspotas, como asesino del derecho mas precioso que tenemos.
La Junta Directiva".
Esta declaración salía la víspera en que la Sociedad iba a celebrar una sesión general, teniendo por lugar de reunión el teatro de la calle Duarte. Era el 28 de Octubre. Se anunciaba este día cual si fuera el día de una revolución. Los diarios ministeriales pedían la intervención de la fuerza pública, se cerrase la Sociedad, se la disolviese. El pueblo ansiaba la hora de la reunión porque iba a manifestarse cuanto era el poder de los igualitarios, presentándose reunidos. El Gobierno puso el ejército sobre las armas, distribuyó piquetes de tropa por las calles y en la plaza principal alistó una fuerza en tren de combate. Quería obrarse intimidando.
Ese día tocaba presidir la sesión al inteligente y puro republicano don Manuel Recabarren.
La sesión se abrió con la asistencia de 4.000 asistentes sin que nadie se atreviese a atropellar la declaración que había dado la Sociedad. Las calles vecinas se hallaban obstruidas por la concurrencia, sin poder penetrar en el lugar de la reunión, por falta de local.
Tomó la palabra don Francisco Marín y habló de política. En el curso de su acaloramiento atacó al candidato del gobierno haciéndole cargos graves. Un pariente de Montt interrumpió al orador gritando: "Miente". Hubo una conmoción en todos y la alarma principiaba a tomar proporciones colosales. Bilbao subió entonces a la tribuna y reclamó la atención del auditorio. El silencio reapareció. En ese momento le regalan un ramo de flores y tomándolo en la mano improvisó un bello discurso que principiaba con estas palabras:
"Al ruido de los tambores, a la publicación de órdenes represivas, al aparato de la tropa armada conque el poder parece anunciar los peligros del combate, en presencia de ese aparato de guerra, La Sociedad de la Igualdad, se presenta armada de flores".
Terminado el discurso le presentaron una corona. Demasiado modesto trató de colocarla en las sienes del que presidía la Sociedad. Su espíritu al dar tal paso fue coronar la Sociedad en la cabeza del que la presidía: Recabarren creyó trataba de coronársele y la rechazó diciendo: "no me creo digno de llevar sobre mi cabeza una corona que ha sido decretada al republicanismo y al mérito. Cuando haya hecho un servicio al pueblo y a la República, entonces aceptaré la corona que se me ofrece".
Este acto arrancó aplausos y lágrimas.
Antes de levantarse la sesión, don Manuel Guerrero quiso aprovechar aquella reunión popular para sacar una manifestación contre el candidato Montt, y al efecto leyó la siguiente proposición:
"La Sociedad de la Igualdad rechaza la candidatura de Montt, porque representa los estados de sitio, las deportaciones, los destierros, los tribunales militares, la corrupción judicial, el asesinato del pueblo, el tormento en los procedimientos de la justicia criminal, la ley de imprenta, la usura, la represión en todas las cosas a que puede extenderse con perjuicio de los intereses nacionales y especialmente con respecto al derecho de asociación".
Miles de voces aclamaron la proposición.
Allí terminó la última reunión general de la Sociedad de la Igualdad.
El 5 de Noviembre, Santiago era puesto en estado de sitio, prohibida "la Sociedad de la Igualdad, y cualquiera otra del mismo carácter" y se hacían a la vez numerosas prisiones.
Bilbao al ver el bando del Intendente dirigió á éste las siguientes líneas.
"Reservada.
Escucha en nombre de Dios, una palabra de verdad. Todo se puede remediar todavía. Un acto de valor civil que puede servir de ejemplo, nada más. Renuncia inmediatamente o rompe tú mismo el bando y entonces salvarás a la autoridad en el homenaje que prestarás a la libertad. ¡Valor!
No desprecies esta palabra porque te amo. Tuyo amigo, y enemigo político. F. B".
El Intendente renunció, Bilbao escapó entrando a seguir el curso de la vida de los perseguidos. ¿Qué quedaba por hacer? La revolución y nada más que la revolución.
Se organizaron Clubes secretos que mantuvieran el espíritu de asociación y sirvieran para reaparecer más tarde, cuando las circunstancias lo determinaran.
[1] MATERIAS DISCUTIDAS EN LA SOCIEDAD DE LA IGUALDAD
Estatutos y reglamento: Arcos y Zapiola (aprobados.)
Proyecto de programa: Francisco Bilbao (en discusión.)
Banco para auxilio de obreros: Rudescindo Rojas (en discusión.)
Proyecto y reglamento de escuelas gratuitas por cuenta de la Sociedad: Ricardo Ruiz y Manuel Bilbao (aprobado.)
Proyectos sobre baños públicos auxiliando la Sociedad con brazos y materiales: Francisco Bilbao (en discusión.)
Proyecto sobre teatros populares y baratos: Zapiola (en discusión.)
La Constitución política y ley de elecciones.
Proyecto para defender y auxiliar a los socios que cayesen en prisión, no siendo por motivos deshonrosos: Guerrero (aprobado.)
Proyecto para suprimir los derechos del hierro, de la madera de ebanistería, de los barnices, enchapados, máquinas para arar y de todas las otras herramientas que se emplean para esta industria y la minería: Rafael Vial (aprobado.)
Establecimientos de Montes de Piedad en toda la República: Arcos (aprobado.) y presentado a la Cámara de Diputados a nombre de la Sociedad de la Igualdad.
Diversos objetos de utilidad pública y particular de la Sociedad.
Zapiola.
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